Luego de esa vez en que se las cosas cambiarían, los juegos se iban ampliando entre Rob y Matilda, cada que dormían juntos, después de ver a sus padres coger como animales, admirados por cómo es que el hombre penetraba con desespero el cuerpo de su mujer, logrando que vibrara cada centímetro, haciendo una demostración de fuerza viril cargada de erotismo que lo hacía verse como un bárbaro, empujaba con una fuerza salvaje la vulva de esta, moviendo a tal nivel las cadenciosas formas de Lara se agitaran, ella gemía como una puta en celo, haciéndola perderse en un placer como no conocían los chicos, pero que encendían sus deseos, incitándoles a buscarlo entre ellos, impulsado cuando los veían diciéndose toda clase de juramentos de amor cargados de lascivia, logrando que buscaran restregar su cuerpo para sentirse parte uno de otro, como si aquel contacto fuera pieza clave para seguir vivo, en especial para ese hombre que parecía furioso por gozar de cada parte de aquella preciosa figura, era prueba los sonidos que hacía mientras movía sus caderas, aparte que lo realizaban con un ritmo potente, pues muchas veces se escuchaba un sonido como de aplausos que enmarcaban el frenesí carnal vicioso y aunque llegaran al orgasmo, no se detenían, parecían ser parte de una maquina sexual que no acabaría nunca de producir un calor apasionado que llenaba la habitación con su aroma, por ello los hermanos se iban al cuarto del mayor, para empezar a sentirse mutuamente. Una vez dentro de aquel pequeño nido de amor, comenzaba otro dilema, ambos eran más tímidos, diferente a lo que habían visto de sus padres, realizaban juegos íntimos, pues algo los detenía de seguir al siguiente paso, consumar su relación en un encuentro carnal total, el temido sexo real, pues Rob era un joven muy caliente, pensando solo en tener a una buena hembra para volverse un macho completo, soñando con el momento de perder su castidad, deseando con fervor a su amada niña, una belleza de cuerpo precoz y rostro angelical que la sabia suya, a quien quería cogerse con todas sus fuerzas, pero algo parecía asustar a Mati en ese momento, quien se veía ansiosa de sentir aquel pedazo de carne entrar en su conchita, en sus encuentros aceptaba como este la sobaba, logrando que escurriera, sin embargo había una ligera resistencia cuando quería penetrarla, sonaba como si estuviera a punto de lastimarla, aunque no se alejaba, se mantenía a su lado buscando su cariño apasionado, resultaba confuso, y no quería lastimarla, por ello se conformaba con besos, caricias, sentir aquella figura lasciva entre sus dedos, y olerlos al amanecer cuando aun tuvieran el aroma de ella, haciéndola quererla más que a nadie. Rob no tendría ojos para nadie más, la deseaba como jamás pensó, sin embargo la mirada de Matilda en veces lucia apagada, eso le preocupaba, pensando que había estado haciendo algo malo, haciendo que fuera más cariñoso con ella, buscando tenerla contenta con detalles propios de un novio, lo que hacía que la niña al lado de su hermano recuperaba el brillo, lo cual le emocionaba tanto, en especial cuando llegaban a su cuarto a pasar un rato intimo.