El Juego de los Tres

El Juego de los Tres

En este momento estás viendo El Juego de los Tres

La noche caía lenta, pesada, como si el tiempo se hubiera detenido solo para nosotros. Estábamos solos en la casa del campo, ese lugar apartado donde todo podía suceder sin testigos. Mis padres habían viajado por unos días y me quedé sola… o eso creía.

Cuando escuché la puerta abrirse, no me asusté. Sabía quién era. Mi tío Norberto había insinuado varias veces, por watshap que deseaba venir a verme a la casa de campo de mis padres, aunque nunca especificó cuándo. Llegaba con esa elegancia natural que lo caracterizaba: camisa blanca abierta hasta el pecho, pantalón oscuro ajustado y esos ojos oscuros que parecían leer más allá de mis palabras.

—Hola, sobrinita, Bea ¡Que bella estas mi amor! —dijo con voz baja, casi ronca—. ¿Te sorprende verme?

Sonreí mientras me acercaba. Él siempre decía que yo era igual a mi madre cuando tenía mi edad, pero yo sabía que le gustaba precisamente porque no era ella.

—¿Cómo ibas a sorprenderme tito? —respondí, rozando sus dedos con los míos—. Te esperaba desde hace días. No dejabas de poner esos mensajes diciendo que querías verme. Pero mis padres no están. Lo sabes. Te lo dije.

Él rio bajito, tomó mi mano y me atrajo hacia él. Su aroma era familiar, casi adictivo. Me encantaba cómo olía después de bañarse, limpio pero con un toque salvaje.

—Vengo por ti no por tus padres, Bea. Tu papá me dijo que estabas muy sola estos días —murmuró, besando mi cuello—. Y ya sabes cómo soy yo… no soporto verte sola.

Yo cerré los ojos, dejándome llevar por sus labios sobre mi piel. No necesitábamos hablar mucho, bastaban los gestos, las miradas, los silencios cómplices. Pero antes de que pudiera avanzar más, escuchamos otro sonido.

Un coche entraba por el camino de grava. Norberto se separó de inmediato, frunciendo el ceño.

— ¿Esperabas visita?

Negué con la cabeza, pero enseguida comprendí de quién se trataba. Era Lucas, mi primo. El hijo de Norberto. Había quedado en venir al día siguiente, pero al parecer, llegó antes de lo previsto.

Mi tío y yo nos miramos. Él entendió lo que yo pensaba antes de decirlo.

—¿Le digo que se quede? —preguntó, con una media sonrisa que me puso la piel de gallina. Solo de imaginar las intenciones de mi tío.

Asentí lentamente.

—Sí… no vamos a decirle que se vaya. Digo yo.

Norberto salió a recibirlo mientras yo me sentaba en el sofá, cruzando las piernas con deliberada sensualidad. Escuché sus voces cerca de la entrada.

— ¿No te dije que vendrías mañana? —le preguntó Norberto a su hijo.

—Me aburría en casa papá —respondió Lucas—. Además, quería ver a Beatriz. ¿Has visto lo bonita que se a puesto esa condenada chiquilla.

—Ya lo creo que lo he visto. Es preciosa, rubita y sensual. Un bocadito de nata. Ya la verás —rio mi tío, empujándolo suavemente hacia el salón.

Cuando apareció, mi primo me miró directamente, con esa mezcla de timidez y deseo que tanto me excitaba. Era joven, apenas diecinueve años, pero tenía algo que lo hacía diferente. Tal vez era la forma en que me observaba, como si ya supiera lo que íbamos a hacer antes de que yo lo dijera.

Se acercó lentamente, sin dejar de mirarme.

—Hola, Bea. Qué ganas de verte primita —saludó con voz ronca.

—Hola, Lucas —contesté, señalando el espacio junto a mí—. Ven, siéntate.

Él obedeció, y apenas se sentó, pude notar cómo su rodilla rozaba la mía. Mi tío se quedó de pie, detrás de nosotros, observando.

—¿Y bien? —preguntó Norberto—. ¿Creéis que nos hemos juntado aquí por casulidad?

Yo sonreí, girándome hacia él.

—Nunca finjo contigo, tío. Ni con él tampoco. Estaba deseando verme con vosotros dos así. A solas.

Lucas tragó saliva, nervioso pero excitado. Yo extendí la mano y la posé sobre su muslo, sintiendo cómo se tensaba bajo mis dedos. Acariciaba suave, casi imperceptiblemente.

— ¿Tienes miedo de algo, primo?

Él negó con la cabeza, aunque sus ojos brillaban con incertidumbre.

—Solo… no sé…nunca sé que es lo que piensas Bea. Me pones nervioso con esa actitud tan…tan…no sé…caliente.

Norberto se inclinó hacia adelante, apoyándose en el respaldo del sofá.

—Entonces déjame mostrarte —dijo, mientras su mano se posaba sobre mi hombro.

Yo cerré los ojos, disfrutando del contacto de ambos. Uno era mi tío, el hombre que había sido casi un padre para mí, pero también mi amante más experimentado. El otro era mi primo, el chico que había crecido viéndome como una hermana, pero que ahora me miraba como algo más.

Era el juego perfecto.

Acerqué mi boca a la de mi primo.

–Si es cierto que no tienes miedo pues…

Comencé a besar a Lucas, primero con suavidad, luego con más intensidad. Él respondió tímidamente al principio, pero pronto se dejó llevar. Sus manos encontraron mi cintura, y yo lo atraje más hacia mí, pegando nuestros cuerpos.

Detrás de nosotros, Norberto observaba en silencio. Hasta que no pudo resistirse más.

—Déjame sitio Bea —ordenó con voz baja.

Yo me reí, pero hice lo que me pedía. Me levanté un poco y me senté sobre las piernas de Lucas, dejándole mi sitio a mi tío.

Norberto se arrodilló frente a nosotros y tomó el rostro de su hijo entre sus manos.

—Mírame, muchacho —le ordenó—. Mira bien lo que voy a hacer.

Y entonces lo besó.

Fue un beso intenso, profundo, lleno de posesión. Lucas jadeó, sorprendido, pero no se apartó. En cambio, cerró los ojos y se entregó al momento.

Yo observaba todo, completamente empapada de deseo. Ver a mi tío besar así a su propio hijo, sentir el calor que emanaba de ellos, era demasiado inesperado pero también algo diferente, muy sensual.

—Tócame —le pedí a Lucas, guiando su mano hacia mi entrepierna.

Él vaciló solo un segundo antes de obedecer. Sus dedos rozaron mi clítoris por encima de la tela del tanga y yo gemí suavemente.

—Más fuerte —susurré—. Hazlo como si fuera tu polla.

Lucas coló un dedo bajo mis bragas y encontró dentro todo el calor y la humedad del universo.

Norberto se separó del beso con su hijo y me miró con una sonrisa peligrosa.

—Creo que alguien está impaciente por comerse dos pollas.

Yo me moví sobre las piernas de Lucas, frotándome contra él.

—Estoy mojada. Sí tío. Y quiero más. Él se levantó y me ayudó a ponerme de pie. Abrió mis nalgas para que su hijo pudiese ver con nitidez mi ano.  Luego me empujó suavemente hacia su hijo.

—Entonces ve con él. Pon ese culito sobre su pene. Enséñale cómo se hace.

Lucas me recibió con brazos abiertos, sin ropa interior. Su erección ya estaba dura y yo lo guié hasta que me penetró con un solo movimiento. Tan mojada que la verga dura y apuntando arriba se coló en mi rajita como cuchillo en mantequilla.

Él gritó, sorprendido por la profundidad de la sensación. Yo me incliné hacia adelante, besando su cuello, mordisqueando su oreja.

—Relájate, amor —le susurré—. Solo deja que pase.

Norberto se sentó a nuestro lado y comenzó a acariciar mis piernas, subiendo lentamente hacia mi cintura. Sus dedos se entrelazaron con los de Lucas, y juntos me tocaron.

—Dime que te gusta —me pidió mi tío.

—Me encanta —respondí sin dudar—. Me encanta tenerlos a los dos.

Y era verdad. Nunca antes había sentido algo así. Dos hombres, dos deseos, dos obsesiones. Y yo era el centro de todo.

Lucas comenzó a moverse dentro de mí, lento al principio, luego con más fuerza. Yo lo acompañaba con mis caderas, marcando el ritmo, llevándolo al límite.

—Córrete dentro de mí —le ordené—. Quiero sentirte explotar, el calor de toda tu leche.

Él gimió, aferrándose a mis caderas. Estaba cerca, muy cerca.

Pero justo cuando estaba a punto de llegar, Norberto lo detuvo.

—Aún no, muchacho —le advirtió—. Todavía no.

Lucas me miró, confundido, pero yo entendí lo que quería decir.

Me levanté y me puse de rodillas frente a ellos.

—Si no puede correrse en mí —dije con voz seductora—, entonces haré que lo haga en mi boca.

Y así fue. Lo tomé entre mis labios, saboreando su sabor, sintiendo cómo se endurecía aún más. Él echó la cabeza hacia atrás, perdiéndose en la sensación.

Norberto se colocó detrás de mí, acariciando mis caderas, amasando mis tetas, bajando sus manos hasta mis glúteos.

—Eres una puta maravillosa Beatriz —murmuró—. Una verdadera tentación.

Yo sonreí con los labios enmarcando la polla de mi primo, disfrutando del poder que tenía sobre ellos.

—Dímelo otra vez —pedí—. Dime qué soy.

—Eres nuestra puta, Bea —contestó Norberto—. Nuestra puta consentida.

Y en ese momento, Lucas se corrió. Fuerte. Gritando mi nombre, agarrando mi cabello con fuerza. Yo lo recibí todo, deleitándome con su placer.

Cuando terminó, me limpié con delicadeza y me volví hacia mi tío.

—Ahora es tu turno —le dije—. Y esta vez… quiero que me folles como si fuera tuya.

Él no necesitó más invitación.

Me levantó y me llevó hasta la mesa del comedor, donde me recostó con cuidado. Me abrió las piernas, observándome como si fuera algo precioso.

—Tan joven —repitió, como tantas veces antes—. Tan mía.

Entró en mí con una sola embestida, y yo grité, sintiendo cómo me llenaba por completo.

Lucas se sentó a un lado, recuperándose, pero sin dejar de mirarnos.

— ¿Puedo tocarla mientras te la follas papá? —preguntó tímidamente.

Norberto no dejó de moverse dentro de mí mientras respondía:

—Claro que sí, hijo. Siempre que quieras. Es nuestra zorra. Y así fue. Entre los dos, me poseyeron, me usaron, me amaron. Fui su juguete, su obsesión, su placer compartido.

Norberto la metió en mi ano, lubricado por tanto placer y se corrió tan adentro que sus testículos chocaban con mi coño. Al final, cuando todos nos quedamos quietos, sudorosos y respirando con dificultad, Norberto me tomó entre sus brazos y me besó con ternura.

—Eres única —me dijo—. Nadie jamás podrá reemplazarte.

Lucas se acercó y me abrazó por detrás.

—Ni siquiera yo —añadió—. Porque tú eres más que una prima… eres mi adicción. Solo nosotros tres.

PDT: No dejes de ver las fotos de Beatriz en mi instagram. La dirección está en mi perfil.

Por mensajera22

https://www.instagram.com/escritoraeroticasandra

Deja un comentario