==== INES ====
El aire fresco de la habitación anónima acaricia mi piel desnuda mientras me arrodillo sobre una suave alfombra que cubre el suelo de madera. Estoy completamente desnuda. Mi corazón late con un tamborileo frenético, una mezcla de nervios y excitación que me recorre como un río desbordado. Frente a mí está un desconocido emparejado por el juego en línea de sexo virtual que nos ha traído hasta este momento. El también está completamente desnudo
Su cuerpo bronceado, esculpido por músculos definidos, brilla bajo la luz tenue, arrancando reflejos de su pecho mientras sus brazos permanecen inmóviles a la espalda, obedeciendo las reglas estrictas del programa. Sus ojos oscuros me observan con una mezcla de anticipación y rendición, y yo, no puedo evitar fijarme en su sexo, que aun estando lacio tiene un buen tamaño. Un escalofrío recorre mi espalda y con las manos temblorosas sobre mis muslos, siento el poder que este juego me otorga. Dentro de unos instantes su pene estará dentro de mi boca y yo podré hacer con él lo que me plazca . No se quien es, no nos conocemos, no podemos hablar —es una regla estricta—, y sé que una cámara invisible nos graba, capturando cada movimiento. El mandato es claro: debo darle una felación profunda, y él me puntuará después, aunque no sabré su calificación hasta el día siguiente. El máximo son 5 estrellas, y estoy decidida a destacar.
Mis labios, húmedos y entreabiertos, se acercan a su glande, y oigo cómo suspira mientras comienzo a besarlo y lamerlo. Lentamente lo cubro con saliva y mi lengua asciende hasta la base de su pene. Recorro todo su sexo acariciándolo con mi boca, y siento como poco a poco empieza a endurecerse. Chupo sus testículos, los succiono y acaricio, y vuelvo a centrarme en su pene. Una y otra vez repito mis caricias hasta que su verga se muestra pletórica y erguida ante mis ojos. Es muy grande, y me hace dudar de si seré capaz de tragarla entera. Me concentro en mis habilidades y mi lengua se desliza con una precisión trazando círculos lentos y deliberados sobre su piel caliente, saboreando el salado que me enciende. Mis movimientos son rítmicos, profundos, guiados por los jadeos roncos que escapan de su boca, cada sonido avivando el fuego que crece entre mis piernas. Siento su cuerpo reaccionar, los músculos de sus piernas temblando bajo mi mirada, y mis ojos se clavan en los suyos, brillantes de lujuria y control.
Se que arde en deseo de reventarme la boca, pero las reglas del juego le impiden tocarme, ni siquiera puede mover la cadera. Todo depende de mi. Sin dejar de mirarle rodeo su glande con mis labios y muy despacio lo voy haciendo desaparecer dentro de mi. Siento como me llena el paladar y se va hundiendo en mi garganta. No me detengo, mi lengua explora la textura de su carne, la geografía de sus venas. Salivo para lubricar su paso y ahogo toses y arcadas. Estoy acostumbrada a hacerlo, me ha costado muchas mamadas aprender a dominarlas.
Relajo los músculos de la garganta y siento como alcanza el final. Casi no puedo respirar. Mi nariz se hunde en su vientre y sus testículos golpean mi barbilla. Mis vidriosas pupilas verdes no dejan de clavarse en las suyas. Mi boca esta completamente abierta, no creo que haya probado una polla tan gruesa, tengo que respirar por la nariz. Le masturbo moviendo mi cabeza sin separar mis labios de la base. Sé que es una caricia que provoca un gran placer al hombre al frotar todo su miembro con las paredes de mi garganta. La excitación que le provoca hace que su pene siga creciendo dentro de mi.
El placer de dominarlo me embriaga, yo marco el ritmo. Lentamente muevo mi cabeza hacia atrás hasta sacarlo de mi boca. Es simplemente magnífico. Voy a disfrutar haciendo esta felación. Sé que luego será su turno y noto como mi intimidad se humedece pensando en ello. Recorro su glande con mi lengua y vuelvo a atraparlo entre mis labios, me balanceo adelante y atrás en una serie de caricias orales que acaban con una profunda felación, con su verga clavada hasta el fondo.
Aumentó la intensidad de mis caricias y acelero el ritmo, siento que su pene responde al torbellino de sensaciones que mi boca le provoca. De pronto, su cuerpo se tensa como un arco a punto de dispararse, los músculos de sus piernas se endurecen como piedras, y un gemido grave resuena en la habitación, vibrando en mi pecho. Entonces llega el primer chorro, un torrente cálido y espeso que irrumpe en lo más profundo de mi garganta. Mis ojos se abren desmesuradamente, las pupilas dilatadas por la sorpresa, mientras un reflejo de arcada me sacude por un instante. Mis mejillas se hinchan al retener su esencia, luchando por acompasar mi respiración entre toses contenidas que resuenan como pequeños ecos en mi mente, el aire entrando en silbidos agudos por mi nariz. Su sabor inunda mi paladar. No me retiro; aprieto mis muslos con fuerza, las uñas clavándose hasta dejar marcas rojas, y trago succionando con determinación, mi lengua danzando alrededor de él para prolongar cada espasmo. Un gemido ahogado escapa de mi garganta, las lágrimas de esfuerzo e intensidad brillan en mis ojos, y continuo bebiendo lentamente su esencia, sintiendo el calor deslizarse por mi garganta como una victoria embriagadora. Su cuerpo tiembla, yo mantengo mis labios pegado a su vientre y acaricio su sexo con la lengua hasta que pierde el vigor. Entonces me aparto con la respiración entrecortada, limpiándome los labios con la lengua, saboreando el triunfo. El hombre aun jadeando, toma su teléfono en silencio, sus dedos temblorosos marcando su puntuación, pero no puedo verla; el juego lo revelará mañana.
Ahora llega el turno de intercambiar roles. Me pongo de pie, las piernas temblorosas por la adrenalina, mi piel erizada bajo su mirada. Él se arrodilla frente a mí, su rostro acercándose a mi intimidad, y siento su aliento cálido rozándome antes de que comience. Su lengua se aventura con una devoción que me desarma, primero trazando líneas suaves sobre mis pliegues húmedos, explorando cada rincón con una lentitud que me hace contener el aliento.
De pronto, sus labios atrapan mi clítoris, encerrándolo en una presión cálida y firme, succionando con una intensidad que me arranca un grito ahogado. Mi espalda se arquea violentamente con mis manos entrelazadas a la espalda. Deseo abrazar su cabeza y apretarle contra mi sexo, pero las reglas del juego no lo permiten, debo de permanecer pasiva y dejar que él me lleve al clímax. Son mis gemidos y suspiros los que deben de guiar a mi amante ocasional. Su lengua se mueve en círculos rápidos, devorando mi sexo con una hambre voraz, lamiendo y chupando como si quisiera consumir cada gota de mi néctar. El placer me golpea como una ola, un calor abrasador que se acumula en mi vientre, y mis caderas desean balancearse instintivamente. Grito, separo más las piernas y el hombre reacciona apretando su boca aún más contra mi vulva, absorbiéndola entre sus labios y hundiendo lengua entre los pliegues de mi hinchadísimo sexo.
Mis jadeos se convierten en gemidos entrecortados, el sonido rebotando en las paredes mientras mis piernas tiemblan, apenas sosteniéndome. Siento su nariz rozando mi piel sensible, su aliento caliente mezclándose con la humedad, y cuando sus labios se cierran de nuevo alrededor de mi clítoris, succionando con fuerza mientras su lengua lo masajea, el clímax me atraviesa como un relámpago. Un grito largo y profundo escapa de mi garganta, mi cuerpo convulsionando mientras me aferro a sus hombros para evitar perder el equilibrio dejando las marcas de mis uñas sobre su piel. Caigo contra la pared, jadeante, el corazón latiendo desbocado, y él se aparta cubriendo de besos mi vientre. Tardo unos instantes en recuperar el aliento, cojo mi teléfono y le puntúo con 4 estrellas. No ha estado nada mal, pero me han hecho mejores cunnilingus.
A partir de este punto depende de nosotros seguir jugando. Si deseamos continuar, tendremos que valorar el resto de la velada, no es obligatorio, pero no tenía ninguna intención de pasar por alto la oportunidad de que ese semental me empotrase. Nos miramos con una chispa de complicidad, el silencio entre nosotros cargado de tensión. Me acerco a él, mis manos recorriendo su pecho sudoroso, explorando los contornos de sus músculos con dedos temblorosos, y lo guío hacia la cama. Me siento a horcajadas sobre sus caderas, sintiendo su dureza presionando contra mi piel húmeda. Cojo su pene con mi mano y lo introduzco en mi vagina, clavándose hasta el fondo. Gimo profundamente y comienzo a moverme lentamente, cabalgando sobre su sexo, con mis manos detrás de la nuca. Él se da un festín con mis pechos, los acaricia y amasa, para luego centrarse en mis pezones. Los roza suavemente, están muy duros y juguetea con ellos, los retuerce y pellizca. Luego se incorpora para chuparlos, los lame y mordisquea. Cada caricia sobre mis pechos me estremece. Estoy tan excitada que me corro entre gemidos y me derrumbo sobre él con mis pezones rozando su torso.
Siento sus manos deslizándose por mis caderas para guiarme. Ahora es él quien se mueve y me clava su pene cada vez que me levanta. Me incorporo y arqueo mi espalda apoyando los brazos sobre el colchón y echo la cabeza hacia atrás. Mis pezones se yerguen sobre mis senos desafiantes, apuntando al techo, subiendo y bajando al compás de sus caderas. Cierro los ojos y me dejó llevar. Aumenta el ritmo, y yo me muevo en círculos sensuales sobre él, en una danza que me da un placer inmenso. Me muerdo el labio inferior silenciando suspiros, y disfruto de esos instantes previos al clímax. Su respiración se acelera, un gruñido profundo escapa de su pecho, y siento sus dedos apretarse con más fuerza, marcando mi piel. Me voy a correr. El placer crece, hay un fuego ardiente en mi interior que me abrasa con cada embestida, hasta que aferrándome fuertemente con sus manos, me empala con me levanta sobre sus caderas y se derrama en mi Interior. Nos quedamos así, fundidos sintiendo en mi sexo como el suyo palpita y se vacía llenándome de un calor que aviva la llama de mi clímax con cada pulsación. Ha sido un gran polvo. El tamaño sí importa y el tiene en su entrepierna el juguete perfecto para hacerme alcanzar el cielo.
Pero ambos queremos más, la pasión nos sigue devorando. El guía mi cabeza hacia su vientre, y mis habilidades orales le devuelven el vigor. Me pongo a cuatro patas y separó mis nalgas con las manos. Estoy al borde de la cama invitándole a que me sodomize. Quiero sentir como me empala con esa enorme polla. Me agarra por las caderas y siento la presión de su glande sobre mi ano, y un escalofrío de dolor me recorre cuando de un empellón vence la resistencia de mis músculos y hunde la cabeza de su sexo en mi apretado orificio. Muerdo las sábanas ahogando gritos de placer y sufrimiento. Entonces con decisión me coge por las muñecas, me obliga a incorporarme y de un fuerte movimiento me empala completamente con su verga. Me arqueo y aullo. La sensación es brutal. Su pene me está destrozando y todavía no ha empezado a moverse. Inspiro profundamente, lleno mis pulmones de aire y espero a que me reviente a nalgadas.
Cuando empieza a sodomizarme siento que me voy a partir, mi cuerpo se retuerce y tiembla. Grito con cada impulso que clava su verga cada vez más adentro en mis entrañas. Esto supera mis otras experiencias, es atroz el dolor y el placer. Él me sujeta firmemente y yo soy como una marioneta. El sonido de la carne llena la habitación. El ritmo aumenta y creo que me voy a desmayar cuando un latigazo de placer me estremece. Una cascada de sensaciones me inundan y abro la boca para liberar la llama que me esta abrasando. Él continúa empotrándome, ajeno a mi orgasmo, y eso me excita aun más, me mantiene en un clímax permanente como nunca había sentido antes. Sus embestidas continúan, me falta el aliento. De pronto se para sale de mi, y como si fuera una muñeca me pone de rodillas delante de él y me folla la boca sin compasión, aferrando mi cabeza con sus manos. Los ecos del orgasmo me mantienen aún aturdida hasta que su calor llenando mi boca me traen a la realidad y trago su semen. Estoy exhausta abrazada a sus muslos y con su pene entre mis labios, recuperando el aliento, Le miro y veo que como yo, él quiere más. Me afano en ponerle a tono con la lengua para continuar.
La noche es muy larga y practicamos sexo sin limites como dos animales en celo hasta el amanecer. Contra toda lógica, con los primeros rayos de luz que atraviesan las cortinas, me dejo hacer el amor. Nunca me había pasado, se mantener las distancias cuando disfruto con el sexo. Para mi es sencillo, nunca me he enamorado y estoy desconcertada. Para mi los hombres son simples instrumentos que la naturaleza nos ha dado para gozar. Son primitivos e impulsivos. Es sencillo encender su pasión y manejarles como haces con un vibrador.
Pero está vez es diferente Se pone encima de mí y me penetra suavemente con un ritmo delicado que me vuelve loca. Nuestras manos se unen. No quiero follar, quiero saborear sus expresiones. Me gustaría besarle, probar el sabor de su boca, pero tengo que conformarme con aspirar su aliento con sus labios rozando los míos. No puedo evitar correrme, me arqueo levemente y separo mis labios gimiendo, deseando que me bese. De pronto lo hace de forma impulsiva mientras siento su calor inundándome. Nos fundimos en un beso apasionado mientras nuestros cuerpos tiemblan devorados por el orgasmo que nos recorre. Se que no debería haberle dejado, pero creo que me he enamorado un poco de mi desconocido amante.
Solo ha sido un instante de debilidad, pero me preocupa que pueda afectar a mi reputación en el juego. Nunca me había pasado, y son centenares los hombres con los que he compartido lecho. La culpa me corroe. Nos miramos por última vez, pero no puedo reprocharle nada. Ha sido una noche fantástica. La mejor que he tenido. Se que nunca más le volveré a ver. Cojo el teléfono y desnuda sobre la cama le puntúo con cinco estrellas. Él también está calificando la velada. Me visto sin mirarle y lentamente me marcho sin despedirme. Son las normas, aunque con la puerta abierta no puedo evitar volverme a mirarle. Él me saluda y yo sonrió antes de cerrar la puerta y volver a la rutina. ¡Ojala nuestros caminos se vuelvan a cruzar!
==== DAVID ====
El aire fresco de esta habitación anónima roza mi piel desnuda, erizándome mientras estoy de pie, con los brazos inmóviles a la espalda, atado por las reglas de este juego en línea que me ha traído hasta aquí. Frente a mí, una preciosa mujer se arrodilla sobre la alfombra, su cuerpo desnudo brillando bajo la luz tenue. No sé su nombre, nunca lo sabré; el juego prohíbe hablar, conocerse, romper el velo del anonimato. Sus ojos verdes, afilados de determinación, recorren mi cuerpo, deteniéndose en mi sexo, y un cosquilleo de anticipación me sacude. Mi corazón late con fuerza, un tamborileo de nervios y deseo que me enciende como una chispa en la penumbra. Estoy expuesto, vulnerable, y la idea de entregarme a ella, a las reglas, me excita de una manera que no puedo controlar.
Sus labios, húmedos y entreabiertos, se acercan a mi glande, y un escalofrío me atraviesa. Su lengua traza círculos lentos, cálidos, y mi respiración se quiebra. Quiero agarrar su cabeza, enredar mis dedos en su melena rizada y empujar mi cadera hasta reventar su boca, pero las reglas me atan como cadenas invisibles. Solo puedo sentir cómo me envuelve, primero suave, luego con una intensidad que me hace apretar los puños. Su saliva cubre mi piel, y cuando succiona mis testículos, un gemido grave se me escapa, incontrolable. Mi pene se endurece bajo sus caricias, cada lamida avivando un fuego que me consume. Sus ojos no se apartan de los míos, un desafío que me atrapa. Ella manda, y yo me rindo a su poder, aunque mi mente grita por tomarla, por romper las reglas y hundirme en su garganta.
Cuando sus labios rodean mi glande y lo hacen desaparecer, siento un calor abrasador. Su lengua recorre cada vena, cada rincón. Se hunde hasta mi vientre, llenando su garganta y un jadeo ronco escapa de mi pecho. Se ha tragado todo mi pene, es algo que han conseguido muy pocas mujeres, y muchas menos sin que yo las aferrase por la nuca. Es una maestra, su boca un huracán de sensaciones, ahogando arcadas sin detenerse. Mis piernas tiemblan, los músculos tensos, y el deseo de empujar, de follarle la boca, me quema por dentro. Pero me contengo, atado por el juego, y eso hace que cada caricia suya sea más intensa. Ella acelera, su cabeza moviéndose con un ritmo que me desarma, y cuando el primer chorro sale, mi visión se nubla. El placer es cegador, un torrente que me sacude mientras ella traga, sus ojos vidriosos fijos en mí, su lengua prolongando cada espasmo. Me dejo llevar, temblando, hasta que se aparta, lamiéndose los labios con una mirada de triunfo que me enciende aún más.
Tomo mi teléfono, mis dedos temblorosos marcando cinco estrellas. Ha sido sublime, una felación que me ha destrozado. Pero ahora es mi turno. Me arrodillo frente a ella, su intimidad expuesta ante mí, y el aroma de su excitación me golpea como una droga. Mi lengua roza sus pliegues húmedos, saboreando su dulzura, explorando con suavidad al principio. Sus gemidos me guían, y cuando atrapo su clítoris entre mis labios, succionando con firmeza, su espalda se arquea y un grito ahogado llena la habitación. No puedo tocarla con las manos, pero mi boca se convierte en mi arma, lamiendo, chupando, devorando con una hambre que no sabía que tenía. Sus piernas tiemblan, sus jadeos se aceleran, y cuando su clímax llega, siento su cuerpo convulsionar bajo mi lengua, sus uñas marcando mis hombros. Me aparto, besando su vientre, saboreando su esencia mientras ella jadea contra la pared. En mi mente, deseo abrazarla, apretarla contra mí, pero las reglas me lo prohíben, y esa restricción me excita aún más.
No quiero que esto termine. Sus ojos encuentran los míos, una chispa de complicidad en el silencio. La sigo a la cama, mi cuerpo vibrando de deseo. Ella se sienta sobre mí, guiando mi pene erecto hacia su interior, y un gemido profundo escapa de mi garganta cuando me hundo en ella. Sus movimientos son lentos, sensuales, y mis manos, ahora libres, recorren sus caderas, sus pechos. Me pierdo en sus pezones, duros bajo mi lengua, mordisqueándolos mientras ella gime y se mueve sobre mí. Quiero devorarla, marcar su piel, hacerla mía más allá de este juego. El placer crece, un nudo ardiente en mi vientre, y cuando acelera, siento que voy a explotar. Sus gritos llenan la habitación, su cuerpo temblando mientras se corre, y yo la sigo, derramándome en su interior, cada pulsación una ola de éxtasis que me deja sin aliento.
Pero no es suficiente. La pasión nos consume, y quiero más. Guío su cabeza hacia mi entrepierna, y sus labios me devuelven la vida. Cuando se pone a cuatro patas, invitándome a tomarla por detrás, mi deseo se dispara. Presiono mi glande contra su ano, sintiendo la resistencia, y cuando empujo, su grito ahogado me enciende. La agarro por las muñecas, levantándola, y me hundo en ella con un movimiento firme. Su cuerpo se tensa, sus gemidos mezclan placer y dolor, y yo me controlo, ralentizando mis embestidas para alargar su éxtasis. Quiero que sienta cada centímetro, que el placer la rompa como ella me rompió a mí. El sonido de nuestros cuerpos chocando llena la habitación, y cuando su orgasmo llega, su cuerpo se retuerce, arrastrándome con ella. Me contengo, apretando los dientes para no correrme, prolongando su clímax hasta que sus gritos me envuelven. Finalmente, salgo de su cuerpo y la pongo de rodillas, aferrando su cabeza y esta vez no me contengo y follo su boca sin piedad, hundiéndome una y otra vez en el fondo de su garganta mientras eyaculo. Luego la desconocida se abraza a mis muslos y mantiene mi pene en su boca y lo acaricia con la lengua suavemente hasta que otra vez vuelvo a estar excitado. Ella es increíble.
La noche nos pertenece, y quiero explorar cada rincón de su cuerpo. Nos entregamos sin límites, como animales en celo, hasta que el amanecer nos sorprende. Entonces La tumbo boca arriba en la cama, y esta vez soy yo el que cabalga sobre su cuerpo, con nuestras manos entrelazadas. Nos miramos mientras, saboreo sus gestos, sus expresiones mientras caminamos juntos hacia un nuevo clímax, sin violencia ni urgencias. No la estoy follando, la estoy haciendo el amor. Se que no la puedo besar, y ella también lo tiene claro, pero nuestros alientos se funden y siento su calor sobre mis labios cada vez que suspira. Es preciosa y me pierdo en sus pupilas que me muestran que el fuego la está consumiendo. Me voy a correr, muerdo mis labios y ahogo un gemido, cuando noto como sus manos se aprietan contra las mías y se arquea levemente la espalda lanzando un agudo grito. Esta inmersa en un nuevo orgasmo. Está radiante y sus labios son tan sensuales. Quiero besarla, necesito probar sus labios. Los rozo con los míos y nos fundimos en un beso prohibido mientras me derramo en su interior lentamente. Creo que me he enamorado de mi amante desconocida. Me derrumbo sobre ella y suspiro. Luego la culpa me embarga. La he besado, tal vez nos penalicen, pero creo que ha valido la pena.
Nos separamos y nuestras miradas se cruzan, se que será la última vez que lo hagan. No veo reproche en sus pupilas, creo atisbar un rayo de amor al fondo. Exhaustos, tomamos nuestros teléfonos. Marco cinco estrellas, mi cuerpo aún vibrando con la intensidad de la velada. Mientras ella se viste, sus ojos evitan los míos, y un anhelo me golpea: quiero saber su nombre, su voz, tener algo más que este encuentro. Intento grabar su rostro en mi memoria, cada curva, cada destello en sus ojos verdes. Pero las reglas son claras: no hay palabras, no hay contacto, solo la cámara que nos observa en silencio. Me pongo mi ropa, mi mirada fija en ella mientras se aleja hacia la puerta. Alzo una mano, un gesto inútil de despedida, y ella responde con una sonrisa fugaz que me quema el pecho. La puerta se cierra, y me quedo solo, con el eco de su cuerpo en mi piel y un vacío que no esperaba.
Por Violeta