Sonó el timbre y todo se convirtió en regocijo en el instituto.
Era el último día de clase y comenzaban las vacaciones de verano.
Los alumnos salían alegres de las aulas riendo. Había prisa por dejar atrás la monotonía y aburrimiento del curso y un horizonte de diversión se abría para todos ellos. Todo era conversaciones rápidas, abrazos y grupos moviéndose de un lado a otro.
· ¡Vamos a celebrarlo!
Rosi se unió a sus amigas y compañeras de curso, que ya comentaban los planes que tenían para las vacaciones y, entre risas y bromas, comenzaron a mezclarse con el resto.
Uno de los compañeros se acercó al grupo y les comentó que iban a un bar próximo a celebrarlo. Apenas se lo pensaron y, recogiendo sus cosas, salieron juntas del instituto, todavía hablando y riendo a la vez.
El bar estaba lleno de grupos de estudiantes que también celebraban el fin de curso. Como apenas había espacio, un compañero que ya estaba dentro las hizo un hueco en un rincón, junto a la barra. Allí se quedaron de pie, entre risas y un ruido constante de voces y música. Las jarras grandes de cerveza pasaban de mano en mano y, en el apuro por beber y brindar, parte del líquido se derramaba sobre la ropa.
Rosi, que nunca tomaba alcohol porque perdía el control, trató al principio de evitarlo, pero la insistencia del grupo y el ambiente la empujaron a beber. Bebió un trago, luego otro, mientras el líquido la salpicaba. La camisa blanca de su uniforme, mojada por la cerveza, se le pegó al cuerpo y se transparentó, dejando entrever el sostén sin que ella se diera cuenta al principio.
Entre sorbos, brindis y risas, hablaban de los planes de las vacaciones. Unos iban a la playa, otros al campo, algunos planeaban trabajar un par de meses y Rosi contaba que lo pasaría en el pueblo con la familia. El ambiente era ligero, de confianza, con esa sensación de libertad que solo se tiene al terminar las clases por última vez.
Cuanto más se bebía más desinhibido se volvía el ambiente. El alcohol corría, las voces subían de tono y algunos hablaban al oído entre bromas que hacían sonrojar a más de una.
Rosi notó que un par de compañeros la miraban fija e insistentemente los pechos, dándose cuenta en ese momento de que su camisa no solamente tenía un par de botones desabrochados mostrando la parte superior de sus tetas, sino que se había vuelto casi transparente por lo mojada que estaba, mostrando su sujetador blanco. Se rió con ellos, medio divertida, medio avergonzada. El alcohol consumido por la joven hizo que no le diera demasiada importancia en ese momento.
Uno de ellos, de nombre Rodrigo, se acercó a ella y la susurró al oído, retirándose un paso a continuación:
· Lástima que lleves sujetador.
Se miraron a los ojos y ella, sonriéndole burlona, le respondió:
· Lo siento.
Acercándose él la susurró nuevamente al oído:
· No lo sientas, ¡quítatelo!
Como ella, sin dejar de sonreír, solo le miraba, él la volvió a susurrar:
· Si quieres te lo quito yo.
Esta vez sí respondió Rosi:
· Luego.
· Te tomo la palabra.
Respondió el compañero, sonriéndola perverso.
La música sonaba cada vez más fuerte y las risas y voces inundaban el local. En la confusión y el bullicio, sintió como la empujaban por detrás y la tocaban insistentemente el culo, sin saber si era por el apretujón del rincón o por exceso de confianza. Al girarse un poco, vio a un par de chicos abrazados y riéndose, por lo que, sonriente, se apartó unos pasos, acercándose a una de sus compañeras más próximas. Entre el ruido y las risas del bar, Vero, que así se llamaba la compañera, se inclinó hacia ella y, con una sonrisa cómplice, la preguntó si ese verano iría al pueblo como solía y, casi en tono de broma, añadió que quería saber si también estaría allí aquel primo suyo tan buenorro del que sabía que a Rosi le gustaba especialmente. Rosi sonrió, algo tímida, y en vez de responder directamente, hizo un gesto evasivo mientras se llevaba la jarra a los labios.
· ¿Te lo vas a tirar?
Preguntó Vero a quemarropa.
· Por supuesto.
Fue la respuesta rápida de Rosi, y ambas echaron a reírse a carcajadas.
Todavía riéndose observaron en una esquina del bar a una compañera de clase morreando apasionadamente con un chico de su curso, mientras éste la sobaba con una mano el culo bajo la falda y con la otra una teta sobre la camisa.
· Ésta ya ha empezado.
La dijo Vero, provocando que las risas de las dos continuaran.
· Cuando queráis empezamos con vosotras.
Las propuso un compañero de nombre Alonso, provocando que las dos chicas se rieran de forma más escandalosa.
· Éstas están ya a punto de caramelo.
Le susurró Alonso a Rodrigo y éste asintió, añadiendo a continuación:
· Yo me quedó con Rosi.
· ¡No jodas, tío! ¡La tetona tiene que ser mía!
Entablándose una pequeña discusión entre los dos amigos ante la mirada sorprendida de las dos jóvenes, que, aprovechando la ocasión, se escabulleron del local, pero fue corta su huida porque enseguida en la calle los dos, corriendo, las abordaron.
· ¡Hey! ¿Dónde vais?
· Pero ¿por qué huis?
Las preguntaron colocándose al lado de ellas.
· Os vais así, sin darnos ni un solo beso de despedida.
Las dijo Alonso y Vero, al escucharlo, se volvió y le respondió:
· ¡Venga un beso!
Y fue a darle un beso en la mejilla al joven, pero éste, cogiéndola por la cintura, pegó su boca a la de ella, metiéndola la lengua entre los labios.
Lejos de resistirse se fundió Vero en un apasionado beso con el joven y Rosi, al verlo, asombrada, echó a correr alejándose.
Tras ella corrió Rodrigo, siguiéndola, y a pesar de lo rápida que corría la muchacha, el joven la alcanzó.
Colocándose delante de ella, la obligó a detenerse y, acorralándola contra la pared de una casa, la dijo:
· ¿A mí no me das un beso?
· ¿Un beso? Te lo tienes que ganar.
Respondió Rosi, sin darse cuenta de que en la carrera un par de botones más de su camisa se habían desabrochado, dejando al descubierto gran parte de sus senos apenas cubiertos por un pequeño sostén, circunstancia de la que Rodrigo se percató enseguida, pero no la avisó.
· Mira que eres dura conmigo. ¿No has visto a tus dos amigas? Se están dando un buen lote. ¿Y por qué tú no? ¿Es que todavía eres virgen?
La dijo Rodrigo, entablándose un diálogo entre los dos.
· Quizá es porque no me gustas lo suficiente.
· ¿Qué tengo que hacer para gustarte lo suficiente?
· Pues no sé. Invitarme al cine, por ejemplo.
Respondió Rosi viendo en la siguiente manzana la entrada a un destartalado cine.
· Eso está hecho. ¡Vamos, que te invito!
· ¿Ahora?
· Sí, ahora. ¿No querías que te invitara? ¿Es que tienes algo mejor que hacer?
· ¡Bueno, yo …!
· ¿Te esperan en casa tus papas y tú como niña buena siempre les obedeces?
La dijo, cogiéndola de la mano y, caminando hacia el cine, ella le siguió dubitativa.
A pocos metros del cine se detuvieron y Rosi, leyendo el título de la película, exclamó:
· ¡Adolescencia perversa! ¡Pero si es porno!
· Es de arte y ensayo.
Replicó Rodrigo.
· ¡Ya … ya … de arte y ensayo! Además deber ser de la época de mi madre.
Respondió Rosi.
· Seguramente también ella lo era.
· ¿El qué?
· Una adolescente perversa.
Al escucharlo, Rosi se echó a reír a carcajadas, imaginándose a su madre en situaciones perversas.
Aprovechó Rodrigo a darla un beso en la parte superior de un pecho, pero, al no sujetarla, la joven se escabulló y, mirándole sonriendo, le dijo:
· No nos van a dejar entrar.
· ¡Ya verás como sí!
Respondió el joven, acercándose a la taquilla.
Al alejarse Rodrigo, Rosi quiso dejarle plantado y marcharse, pero otro joven entró en liza, Alonso, con el que casi choca.
· ¡Vamos!
La dijo Rodrigo, acercándose a ella, con dos entradas en la mano.
· ¿Las has comprado?
Preguntó sorprendida la joven, obteniendo la respuesta de Rodrigo:
· Pues claro. Ya te lo dije.
Y al ver a Alonso, Rodrigo le preguntó sorprendido:
· ¿Qué haces aquí? ¿No estabas con Vero?
· ¡Me ha dado esquinazo, tío! Después del beso me ha dicho que nones y se ha marchado dejándome empalmado.
Respondió Alonso, obteniendo una agria réplica de Rodrigo:
· Pues aquí no haces nada. Haz perdido tu oportunidad y yo estoy con Rosi.
Observando Rosi la pugna que había entre los dos, pensó que podría darse una situación divertida en la que ambos se enfrentaran por estar con ella, por besarla, y, mientras estuvieran atareados luchando, ella podría escapar sin problemas, así que intervino dirigiéndose a Alonso:
· ¡Vente también con nosotros al cine!
Nada más escucharla echó a correr Alonso hacia la taquilla sacando también él una entrada, mientras Rodrigo la miraba, entre cabreado y sorprendido, pero el joven, lejos de darse por vencido, cogió a Rosi de la mano y, caminando hacia la entrada al cine, la obligó a seguirle.
Entrando a la oscura sala donde estaban echando la película ya empezada, enseguida Rosi confirmó sus sospechas al observar en pantalla como un hombre sentado en una silla se follaba a una mujer sentada en su regazo.
Abriendo mucho los ojos, se quedó Rosi paralizada, observando sorprendida la escena con los ojos y la boca muy abiertos, pero Rodrigo la sacó de su éxtasis tirando de su mano para que se sentara con él.
No la dio tiempo a oponer resistencia porque detrás Alonso chocó con ella, entrando los tres en la misma fila donde se sentaron en asientos contiguos con Rosi en medio de los dos jóvenes.
En la oscuridad de la sala Rosi solo tenía ojos para la pantalla donde observaba como el enorme cipote del tipo aparecía y desaparecía dentro del enorme culo de la mujer.
Tan atenta estaba a lo que sucedía en la pantalla que no se percató que uno de los jóvenes la desabrochaba todos los botones de la camisa mientras el otro la metía la mano bajo la falda.
Solo reaccionó cuando, apartando sus bragas, la metieron mano directamente entre sus labios vaginales.
Sujetando con su mano la que la sobaba el coño, le susurró alarmada:
· ¿Qué haces?
Pero fue Rodrigo el que la respondió también en voz baja, descubriendo sus tetas al soltarla el sostén por delante:
· ¡Me dijiste que te quitaría el sujetador!
Iba la joven a responder, pero emitió en su lugar un ligero chillido de placer cuando Alonso la rozó el clítoris y, a continuación, Rodrigo comenzó a sobarla un pezón.
· ¡Estaos quietos!
Exclamó en voz más alta, intentando levantarse del asiento, pero un prolongado “¡Chisssss!” y un atronador “¡Silencio!” exclamado en la oscuridad por otros espectadores la intimidó y la hizo callarse y mantenerse en su asiento mientras sus dos compañeros, la bajaban las bragas y el sostén, para, a continuación, meterla mano en tetas y coño.
Intentó cubrirse con sus manos, pero se las retiraron y se las llevaron a los cipotes que, erectos y duros, emergían de los pantalones desabrochados y calzones bajados.
Sin dejar de mirar excitada la pantalla, cogió con cada mano un cipote y, tirando de ellos hacia arriba y hacia abajo, comenzó a masturbarlos torpemente, sintiendo como cada vez se iba poniendo más y más cachonda.
Se mordió los labios para no chillar de placer, aunque no pudo evitar que se escaparan sus cada vez más frecuentes e intensos suspiros y gemidos, ahogados en gran parte por los chillidos que emitían en la película las mujeres al ser folladas.
Tiraron de su camisa por atrás, quitándosela, para, a continuación, bajarla la falda, que, con las bragas, fue a parar al suelo, dejándola con sus largos calcetines como únicas prendas.
Mientras la sobaba cada joven una teta y uno de ellos sus cada vez más congestionados labios vaginales, el otro la metía mano por detrás, accediendo a sus nalgas que sobaba con un ansia desmedida.
Manosearla ávidamente las nalgas la parecía poco a Rodrigo que, bajando su mano, intentó acceder a su coño por detrás, levantándola de su asiento y, una vez levantada, la atrajo fuertemente hacia él, abrazándola por las nalgas y caderas.
La obligó a sentarse a horcajadas sobre su regazo y, mientras la cogía fuertemente por las nalgas para que no escapara, empezó a besarla y mordisquearla con ansia las tetas y los empitonados pezones.
Ahora Rosi tenía la pantalla a sus espaldas, pero si veía como un par de viejos la observaban, uno dos asientos más atrás y el otro tres, mientras se masturbaban compulsivamente.
En ese momento sintió como la verga erecta del joven que se frotaba insistentemente en su entrepierna, entre sus labios vaginales, encontraba el acceso a su vagina y traspasaba el umbral, … ¡la penetraba!
Abriendo mucho ojos y boca, contuvo por un segundo la respiración para emitir a continuación un agudo chillido, más de morbo que de dolor.
Por un segundo pensó en escapar, pero dudó cómo hacerlo si estaba desnuda y rodeada de pervertidos en celo que deseaban follársela, así que se entregó al placer y, abrazando la cabeza del joven, lo hundió entre sus senos, y comenzó a subir y bajar, subir y bajar, sintiendo como el cipote se deslizaba por el interior de su cada vez más empapado coño, frotándose reiteradamente por sus paredes, entrando y saliendo, una y otra vez.
¡Dentro-fuera-dentro-fuera-dentro-fuera!
Mientras follaba, cerró los ojos para no ver las lujuriosas miradas que la echaban los dos pervertidos que se masturbaban compulsivamente.
Sintió como se estremecía el joven y una potente ráfaga cubría su coño, anegándolo, antes de que el placer también la inundara y emitiera no uno sino dos agudos chillidos de placer que se confundieron con los de la película, deteniendo su folleteo.
Fue ahora Alonso el que la cogió por detrás por las caderas y, tirando de ella, la apartó de Rodrigo, obligándola a sentarse sobre el regazo del joven, concretamente sobre su erecto cipote que, inicialmente, se lo clavó en una de las nalgas.
Intentó Rosi levantarse, pero, cada vez que lo intentaba, Alonso tiraba de la cintura de ella, provocando que cayera sobre la entrepierna de él, aplastándole una y otra vez el cipote con sus nalgas, hasta que, por fin, el joven acertó y se lo metió hasta el fondo por el coño, hasta que sus cojones chocaron con el culo de ella.
Contuvo de nuevo Rosi la respiración al sentirse otra vez penetrada, pero no por ello dejo de intentar incorporarse, pero si antes la retenía por la cintura, ahora lo hacía por las tetas, cogiéndoselas por detrás, y mientras ella subía y bajaba, el cipote entraba y salía, entraba y salía una y otra vez para deleite del joven y también de ella.
Dejó de intentar levantarse y, observando en la pantalla que tenía enfrente los polvos que ahora varios hombres echaban a una mujer desnuda dentro de un coche, se abandonó al placer, dejando que el joven se la follara, pero éste era tan inexperto y tenía tanta urgencia por follársela, que tres o cuatro potentes embestidas bastaran para que se corriera dentro de su vulva, no provocando en este caso ningún placer a Rosi que no pudo alcanzar nuevamente el orgasmo.
Fue entonces cuando una potente luz cegó a la joven y una atronadora voz la paralizó de miedo:
· ¡Pero qué tenemos aquí!
No fue ella la única que se quedó paralizada, pero fueron los dos compañeros del instituto los que reaccionaron primero, echando a correr y saliendo del cine, abandonándola desnuda y recién follada.
· ¿Qué os creéis que es esto? ¿Un prostíbulo?
Atronó de nuevo la voz, mientras Rosi se dejaba caer sobre el suelo, escondiéndose y buscando desesperada su ropa, aunque más que buscar parecía que intentaba escapar por debajo de los asientos del cine.
Un fuerte azote recibió en su culo en pompa, provocando que chillara, entre aterrada, avergonzada y dolorida.
· ¡No te escondas, coño! ¡Qué te he visto el culo!
Le rugió el tipo con voz de trueno y, agarrándola de un brazo, la obligó a incorporarse prácticamente desnuda, llevando en su mano la única prenda que había encontrado: su blanca camisa del uniforme.
La potente luz de la linterna enfocó primero su culo, luego su coño recién follado, sus tetas y, después de interminables segundos, su rostro para placer y regocijo de todos los asistentes que la podían ahora identificar cuando la vieran en la calle.
· ¡Tan joven y tan puta!
Exclamó el tipo, sujetándola con una mano por el brazo y con la otra, con la que la enfocaba con la linterna, la arrancó la camisa de las manos.
· ¡No soy una puta!
Chilló sollozando Rosi para defenderse.
· ¿No? ¡Eso se lo vas a contar a la policía! ¡Vamos a la oficina!
Respondió el tipo tirando del brazo de la joven para sacarla de la sala, pero, como Rosi ofrecía cierta resistencia, se inclinó hacia ella y, sin que ésta pudiera evitarlo, la cargó sobre uno de sus hombros, saliendo así de la sala, con ella encima, pateando histérica en el aire.
· ¡Aguafiestas!
Se escuchó gritar a un cliente mientras Rosi sollozaba avergonzada. Llevaba como únicas prendas sus calcetines y zapatos de colegiala.
A pocos pasos de la sala estaba un despacho donde el hombre entró cargando a la joven. De una patada cerró la puerta a sus espaldas, echando a continuación el cerrojo. Dejó ahora sí a la joven de pie en el suelo, y se sentó en una silla al otro lado de una mesa de despacho.
Intimidada Rosi permanecía en pie, inmóvil y en silencio, con el rostro surcado por gruesos lagrimones y colorado como tomate, cubriéndose con un brazo sus tetas y con la otra mano su entrepierna.
· ¡Mi local es un cine, no un prostíbulo en el que putas baratas como tú traen a sus pervertidos clientes!
Atronó nuevamente el tipo y la joven, aterrada, intentó justificarse mintiendo entre balbuceos y sollozos:
· Me violaron. Me hicieron entrar y me violaron. Se lo juro. Me violaron.
· ¡Ya! ¡Qué te violaron!
La dijo sarcástico el tipo mirándola ferozmente.
· ¡Sí… sí… me violaron … me violaron los dos!
· ¡Vamos, niña, si lo he visto todo desde que habéis entrado! ¡Qué gozabas como una puta perra en celo!
· ¡No … no … se lo juro … me violaron!
· ¡Ya! ¿Y a quien quieres que llame a la policía o a tus padres?
· ¡No … no hace falta! ¡Deje que me marche!
· ¿No vas a denunciar a los dos chavales que, según tú, te violaron?
· ¡No … no lo sé … por favor, deje que me marche!
· ¿Qué te marches? ¡Voy yo a denunciarte por ejercer de puta en mi local!
· ¡Ay, no! ¡Por favor, no! ¡No soy una puta! ¡Me violaron! ¡Le juro que me obligaron a entrar al cine y me violaron!
· Eso se lo contaras a la policía.
La amenazó el tipo, descolgando el teléfono.
· ¡Por favor, no les llame! ¡Le juro que no soy una puta! ¡Y si mis padres se enteran me matan … se mueren!
· ¿En qué quedamos? ¿Qué te matan o se mueren? ¿Quizá primero te matan y luego se mueren o mejor primero se mueren y luego te matan?
Se cachondeo el tipo escuchando las suplicas de la joven para, a continuación, hacerla una nueva pregunta:
· ¿Saben tus padres que eres una puta?
· ¡Que no soy una puta! Créame, por favor, señor, que no soy una puta. ¡Me violaron! ¡Me violaron los dos!
· ¿A quién quieres que llame? ¿A la policía o a tus padres?
· ¡Por favor, no llame a nadie, deje que me marche! Haré todo lo que usted quiera, pero, por favor, no llame a nadie y deje que me marche. ¡Se lo suplico! ¡Por favor!
Le suplicó la joven llorando.
· ¡Ven aquí!
Le ordenó con voz firme el tipo y Rosi que no se lo esperaba, se quedó inmóvil y en silencio.
· ¡Qué vengas aquí!
Repitió el hombre con tono autoritario y la joven, dudando, se acercó, sin dejar de cubrirse tetas y sexo.
· ¡Quieta! ¡Manos arriba! ¡Cruzadas detrás de la nuca!
La ordenó nuevamente y Rosi, obediente, se detuvo, descubriendo sus redondas y erguidas tetas, así como su coño apenas cubierto por una fina franja de vello púbico.
Se deleitó mirándola durante unos buenos segundos y la joven, inmóvil y avergonzada, cerró los ojos hasta que el tipo, sin levantarse de la silla, se apartó de la mesa y la volvió a ordenar:
· ¡Ven aquí!
Obediente, se acercó Rosi con sus muñecas cruzadas detrás de la nuca, y, bordeando la mesa, se situó frente al tipo, que, separando las piernas, la volvió a mandar con un tono autoritario:
· ¡De rodillas!
Obedeciéndole, ya sabía Rosi lo que vendría a continuación. Aunque era la primera vez que iba a hacer una felación, sabía de qué iba, ya la había visto con todo detalle y no precisamente en películas.
De rodillas frente al tipo, éste se bajó la bragueta, brotando de una espesa mata de pelos canosos y ensortijados una enorme verga congestionada y erecta, surcada por gruesas venas azules.
Bajando los brazos, la joven cogió con sus dos manos la verga, se la acercó a los labios y la dio un ligero lametón en el glande, como probando su sabor y textura. Sin más preámbulos comenzó a lamerla, dando despacio un largo lengüetazo tras otro al tallo y al glande, incidiendo más en este último, pasando a continuación a los cojones, lamiéndolos también.
Volvió nuevamente al cipote, que se lo metió en la boca, desapareciendo dentro, y, mientras le acariciaba los cojones con una mano, hacía lo mismo en la verga con sus voluptuosos labios sonrosados.
Desaparecía la verga dentro de su boca, para volver poco a poco a aparecer empapada de saliva y de otros fluidos.
Moviendo la cabeza adelante y atrás, una y otra vez, frotó entre sus carnosos labios la congestionada verga, mientras no dejaba de sostenerla con una mano y acariciar el escroto con la otra.
Poco a poco fue incrementando el ritmo de la mamada, sintiendo dentro de la boca como el miembro crecía y crecía, congestionándose más y más, y, cuando estaba a punto de explotar, la joven se lo sacó apresurada de la boca, esquivando milagrosamente el torrente de esperma que, pasando a escasos centímetros de su cabeza, alcanzó con fuerza la pared situada a sus espaldas.
Un grito ronco de placer brotó de la boca del tipo y, mientras disfrutaba de su orgasmo, Rosi se levantó, con el digamos dudosa orgullo del placer cumplido y a la espera de que el tipo la permitiera marcharse.
Colocándose trabajosamente el miembro dentro del pantalón, el hombre se subió la bragueta y, levantándose de su silla, cogió la blanca camisa de la joven y se la entregó.
Acercándose a la puerta, descorrió el cerrojo, y la abrió al tiempo que decía a Rosi un escueto:
· ¡Vete!
· ¿Y mi ropa?
Poniéndose la camisa preguntó la joven, obteniendo como respuesta:
· Ya te la he dado. No pidas más y vete antes de que me arrepienta.
Temiendo que pudiera retenerla, Rosi salió corriendo del despacho.
· Ven a verme si necesitas dinero. Tendrás un papel en mis películas.
Todavía la gritó viendo cómo se alejaba a la carrera, balanceando sensualmente sus hermosas nalgas desnudas que se mostraban bajo la blanca camisa que llevaba.
Por elquefolla