El vecino me observa

El vecino me observa

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No hay nada como estar en mi sillón favorito bebiendo una taza de té caliente mientras leo un libro. 

La lluvia golpea la ventana. Fuera hace frío y me acurruco aún más bajo la manta y mi pijama calentito. Tomo un sorbo de té humeante y algo llama mi atención. 

El vecino del piso de enfrente está asomado a la ventana. Mirándome a mí. No puede ser, supongo que estará mirando la fachada del edificio de forma general, o el patio que nos separa. Vuelvo a mi libro, pero le miro de reojo. Ahí sigue, clavando su mirada en mí. 

Me estoy poniendo nerviosa. ¿Y si es un pervertido? ¿Y si me ha visto por la calle e intenta hacerme daño? 

Me levanto y me pongo frente a la ventana, intentando parecer una chica dura. Ahora le veo bien. No le conozco, es un hombre bastante más mayor que yo, sin camiseta, con aspecto de no haber hecho ejercicio nunca y el pelo, que ya sólo le crece en la parte de atrás de la cabeza, graso. Me mira y sonríe con sus dientes amarillos mientras se enciende un cigarrillo. No le devuelvo el saludo, hago como que no le he visto y me vuelvo a sentar en el sillón. 

Intento seguir con el libro pero ya no me concentro. Se abre la puerta de casa mientras el vecino sigue con sus ojos posados sobre mí. Llega mi chico a mi lado y me da un beso en la mejilla. 

-Cariño, tienes mala cara. ¿Te encuentras bien? 

-Sí… bueno, no. El vecino de enfrente me está mirando y me siento muy incómoda. 

-¿Quién? – se pone frente a la ventana – ¿Ese calvo del cigarro? ¡Hola, pervertido! – le grita con alegría mientras saluda con la mano. El tipo del cigarro le devuelve el saludo con la mano. 

-¡Cállate! – le reprocho – seguro que es un loco. A lo mejor quiere matarme y está esperando un momento de soledad para venir a acuchillarme. Seguro que ya tiene tus horarios de entrada y salida de casa anotados, los míos… quizá deberíamos llamar a la policía. 

-No creo que quiera matarte, cariño. Creo que lo que ese tío quiere es otra cosa de ti. 

-¿Qué quiere de mí? – pregunto desconcertada. 

-Pues… seguro que ese tipo te ha visto por el barrio. Caminando con tus lindas piernas, con tu culazo, con la melena morena al aire. Lo que quiere es meterse entre tus piernas. 

-Ni en sueños dejo que ese asqueroso tío se meta entre mis piernas. 

-Y yo… ¿puedo meterme ahora entre ellas? – me pregunta sonriendo mientras me acaricia la espalda. 

-¿Ahora? Claro, siempre puedes entrar. Ven, vamos al dormitorio – le agarro de la mano. 

-No, cariño. Aquí. En este sillón. Ahora. Con ese pervertido mirándonos. 

-¿Estás loco? No pienso desnudarme delante de ese tío, me da asco. 

-Y yo ¿también te doy asco, cariño? ¿Esto te da asco? 

Coge mi mano y la lleva a su pantalón. Tiene la polla dura. Me gusta cómo se calienta con solo mirarme, pero no puedo creer que le excite esta situación. 

-¿Y qué pretendes? ¿Que nos mire y se toque, el muy cerdo? 

-No pretendo nada. Lo único que quiero ahora es que me la chupes con esa boca que tienes y que tanto gusto me da. 

Pone su mano sobre mi cabeza y me acompaña hasta que me arrodillo a la altura de su polla. Desabrocho la cremallera del pantalón y se lo bajo junto a los calzoncillos. Aparece una polla grande, dura, esperando mi lengua. Le miro a los ojos, le sonrío y empiezo a chupársela. La recorro entera, llenándola de saliva, lamiendo la punta como si fuera un caramelo.  

-Así… – susurra mi chico – voy a recogerte el pelo con la mano para que el vecino vea lo bien que lo haces y cómo se te llena la boca.  

Juego con mi lengua mientras mis babas caen al suelo y lo mojan. Mis bragas también se están mojando con mis flujos, saber que el vecino me está mirando hace que, por alguna extraña razón, la excitación recorra mi cuerpo. Succiono esa polla, esmerándome, sabiendo que al vecino le gustaría estar en el lugar de mi chico. No puedo creer que esté haciendo esto delante de un pervertido que, seguramente, se esté masturbando viendo esta escena desde su ventana. 

Saco la polla de mi boca para tomar un segundo de descanso pero mi chico tiene otros planes. Me levanta del suelo y me coloca a cuatro patas en el sillón, mirando al respaldo. Me inclina hacia delante y me agarro al respaldo del sillón sabiendo lo que viene. Me empapo de pensarlo. Me baja el pantalón y con sus dedos acaricia mi coño, húmedo, deseando que lo penetren. Lo toca por encima con sus dedos, sin entrar, mientras con la otra mano me sujeta el pelo para que el vecino vea bien mi cara. 

-Voy a follarme tu coñito – me susurra – y el vecino te va a mirar. Se va a hacer una buena paja a tu salud. Dale lo que quiere, córrete para él, deja que disfrute de las buenas vistas que ofreces. 

Me mete un dedo. Gimo. Quiero más. Me mete otro. Con dos de sus dedos ya me siento llena pero quiero que me embista con su rabo. Gira mi cabeza para que quede mirando a la ventana y el vecino pueda verme mientras suplico para que mi chico me meta la polla. 

-Por favor, métemela. Méteme la polla, la necesito. 

-¿Tu coño quiere esto? – pregunta mientras pasa su glande por mis labios vaginales. 

-Sí, no aguanto más, métemela. 

-Dilo bien alto, quiero que te escuche el vecino. Pídelo bien. 

-¡Por favor, quiero que me folles, necesito sentir tu polla! – el deseo no me deja ni pensar, no soy consciente de me estará escuchando el pervertido ni, seguramente, todo el edificio. Me da igual, solo quiero que mi chico me la meta hasta el fondo. 

-Claro, puta, aquí tienes tu rabo. 

Con un empujón se mete en mí. Me encanta. Llega hasta el fondo. Gimo de placer. Se agarra a mis caderas y comienza a embestirme desde atrás, tirándome del pelo. Agarrada al sillón cierro los ojos y disfruto de ser follada por mi chico y, de alguna manera, por el vecino mirón. Le miro. Se está masturbando mientras observa la escena. Ha tirado el cigarro, con una mano se agarra a la ventana y con la otra se sacude la polla rápido. No se la veo pero el movimiento del brazo le delata. Me mira con lujuria, casi babeando. Estoy a punto de correrme y mi chico lo nota. 

-Córrete ahora, córrete mirando al vecino. 

Aumenta el ritmo de las embestidas y me corro, casi sin querer, mientras miro al vecino a la cara. Grito de placer. Él también se corre mirándome. Escucho sus gemidos a través del patio y un suspiro final que indica que ha terminado. 

Tendremos que hacer eso más a menudo, no me lo esperaba pero ha sido divertido. 

Por LorenaZeta

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