Julio y Andrea: En el autobús

Julio y Andrea: En el autobús

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Andrea se subió al autobús esa mañana con un vestido de verano ligero, que se vería recatado si no fuera por el cuerpazo que cubre. A sus 32 años, parecía una mujer de veinte y algo, con ese rostro angelical enmarcado por cabello castaño ondulado que caía debajo de los hombros. Su figura era un pecado andante: curvas pronunciadas en pechos y caderas, una cintura diminuta que acentuaba su silueta de reloj de arena. Sus enormes tetas blancas y pezones rosados apenas cabían en el brasier de encaje blanco, amenazando con desbordarse por el escote modesto del vestido. Y abajo, una tanguita blanca diminuta que apenas cubría su coñito depilado, siempre húmedo por los constantes pensamientos cachondos en los que se ensimismaba a lo largo del día.

Julio, su novio de 33 años, la seguía de cerca. Alto y delgado, con lentes que le daban un aire intelectual. Trabajan juntos en la misma oficina, y eran novios desde hace unos meses, pero llevaban años viajando en esa ruta del pueblo a la ciudad, una hora de trayecto que solía ser monótona… hasta que Andrea entraba en escena.

El autobús estaba a reventar esa mañana, como siempre en hora pico. Julio se ponía celoso cada vez que subían: el perfume dulce de su novia anunciaba la llegada de una reina, y una vez que los hombres volteaban a verla, era imposible quitarle la mirada de encima. Si se sentaba, sus tetas rebotaban con cada bache, hipnotizando a quien estuviera cerca. Si iban parados, se le metía el vestido entre las nalgas, dejando ver la forma perfecta de su tremendo culazo ante las miradas lujuriosas de hombres de todas las edades: estudiantes, trabajadores de construcción, oficinistas, incluso el conductor del autobús iba más atento al retrovisor que al camino. Y en el tumulto, siempre había algún “accidente” —una mano rozando sus tetas, una erección presionada contra sus nalgas—. Julio lo odiaba, pero Andrea siempre lo minimizaba con una sonrisa inocente: “Ni me di cuenta, amor. No pasa nada”. En realidad, le encantaba. La excitaba sentir esas miradas, esos roces. Y si el tipo le parecía guapo, ella misma se inclinaba un poco más para restregar su culo, o se agachaba casualmente para mostrar su escote.

Hoy, Andrea andaba más cachonda que nunca. Venía recordando el sueño húmedo que tuvo durante la noche, y por medio del roce de sus propios muslos, su coñito ya se humedecía bajo la tanga. Cruzó miradas con dos hombres guapos, vestidos con ropa de gimnasio: shorts ajustados que marcaban sus músculos y bultos prominentes, camisetas sin mangas que dejaban ver brazos fuertes y pechos anchos. Uno era blanco muy alto, un poco más que Julio, tenía el cabello castaño claro, que le daba un aire de extranjero, y el otro era moreno de estatura promedio, cabello muy corto y barba estilizada, ambos con sonrisas pícaras. Poco a poco, en el vaivén del autobús, mientras la gente entraba y salía, se acercaron hasta que Andrea quedó atrapada entre ellos, su cuerpo voluptuoso presionado contra los suyos como dos murallas.

Julio estaba a unos metros, alejado por los empujones en un mar de gente, y podía ver poco entre el tumulto.

Los hombres no perdieron tiempo: el moreno detrás, restregando su erección dura contra las nalgas de Andrea, mientras el alto frente a ella, rozando sus tetas con el dorso de la mano “accidentalmente”. El vestido se subió sutilmente, revelando la mitad de sus enormes nalgas redondas y firmes, separadas por la tanguita que se perdía entre ellas. Sus pezones se endurecieron, marcándose a través de la tela fina, erectos como botones pidiendo atención. Las erecciones de ambos hombres no se podían esconder bajo la delgada tela de los shorts deportivos. Sentía las vergas duras y calientes, una presionando su vientre y la otra entre sus nalgas.

Andrea no se resistía; al contrario, se mordía el labio inferior, su carita angelical ahora teñida de lujuria. Disimulaba, pero su coñito se empapaba más con cada roce. Ella misma masajeaba sus senos restregándolos contra el firme abdomen del que tenía enfrente y con sus manos rozaba disimuladamente músculos definidos, que ellos tensaban para su deleite. Julio veía desde lejos, celoso, pero su propia verga se endurecía en los pantalones. Le dolía la erección, atrapada en la tela tensa, pero fingía no notar nada, mirando al piso.

De pronto, se desocuparon dos asientos: uno pegado a la ventana y otro al lado. Julio se apresuró al de la ventana, y Andrea iba por el otro, pero el moreno se le adelantó con una sonrisa burlona. “Señorita, si gusta puede sentarse en mis piernas, por mí no hay problema”, dijo fingiendo caballerosidad, palmeando su regazo. Andrea miró a Julio, quien frunció el ceño, disimulando celos. “No, Andrea, mejor quédate parada”, murmuró, con la cabeza baja. Pero ella le guiñó un ojo, sonriente: “No pasa nada, amor. Es solo un ratito”. Se sentó sobre el regazo del hombre, con las piernas perpendiculares a las suyas, su culazo presionado directamente contra la erección que ardía bajo los shorts.

El alto quedó parado en el pasillo, justo frente a ella, con su bulto a la altura de su cara. Se marcaba el relieve de una semi erección que colgaba pesada, larga y gruesa, como manguera de bombero. Andrea se “sostenía” de sus piernas para “mantener el equilibrio”, pero en realidad, sus dedos rozaban la caliente verga por encima de la tela, acariciándola sutilmente. El autobús brincaba con cada bache, y ella se movía con él, restregando su coñito contra la verga del que estaba sentado, quien le susurró algo al oído, que su novio no pudo escuchar.

Julio volteaba hacia la ventana sonrojado, avergonzado, evitando mirar. Su pene palpitaba dolorosamente, comprimido bajo el pantalón de mezclilla, excitado por la escena: su novia, una puta caliente disfrazada de recatada, disfrutando de otros hombres frente a él. Lo que no veía era lo que pasaba abajo… el moreno ya había subido el vestido de Andrea, corriendo la tanguita hacia abajo. Su verga gruesa y venosa con el glande cubierto de presemen, se deslizó fácilmente dentro de su coñito empapado, penetrándola discretamente. Andrea ahogó un gemido que disimuló con una exhalación lenta, moviéndose al ritmo del autobús, cogiendo con él en secreto. Cada tope en el camino la hacía bajar más profundo, sintiendo cómo la llenaba.

Mientras tanto, el que iba parado había pasado hacia enfrente la mochila que traía en la espalda, para ocultar lo que había debajo: una mano delicada masturbándolo con movimientos expertos. La verga de él era grande, larga, y ella la apretaba, sintiendo el relieve de las venas latiendo en su palma, subiendo y bajando lentamente la piel delgada del prepucio, enfundando y desenfundando el glande.

Los hombres jadeaban bajo, mezclado con el ruido del motor y bullicio, a punto de llegar (a su destino, y al orgasmo). Andrea, con la cara roja de excitación, disimulaba sus gemidos diciendo: “¡Ay…! Qué calor hace aquí, ¿no?”, mientras se abanicaba con una mano y rebotaba sutilmente. Se quitó la tanguita con un movimiento rápido, usándola para atrapar la eyaculación del que estaba parado: chorros calientes y espesos que llenaron la tela, mientras ella la presionaba contra su verga pulsante tratando de ocultar el desastre.

El que estaba sentado no se contuvo más: eyaculó dentro de ella, mientras le apretaba los muslos, empujando sus cuerpos lo más cerca posible, reflejo de su orgasmo, llenando de semen caliente lo más profundo de su vagina, mientras Andrea con los ojos cerrados y una cara de placer imposible de disimular, se mordía el labio para no gritar. Su orgasmo la recorrió como una ola, sus tetas rebotando ligeramente bajo el vestido, el temblor de su cuerpo sincronizado con el del autobús.

Los dos hombres se bajaron en la siguiente parada, extasiados, despidiéndose con una palmada en el hombro de Julio: “Cuida bien a tu novia, amigo. Es un ángel”. Andrea se acomodó en el asiento vacío, el semen goteando entre sus piernas, su carita tierna de nuevo en modo inocente pero aún sonrojada. Julio la miró a los ojos, excitado y celoso, su erección aún dura. Ella le sonrió, guiñando un ojo: “¿Ves, amor? No pasó nada”.

Por Dej4 vu

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