La casa rural: Juntos mejor que separados

La casa rural: Juntos mejor que separados

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Hola soy Manuel, os quiero contar una experiencia del pasado invierno que dudo que tenga la suerte de volver a vivir este.

Nos fuimos de vacaciones a la montaña mi esposa, Marisa, otra pareja y yo. Todos estamos ya en los cuarenta. La pareja, por aquello de encuadrar mejor la acción eran Paco y Lina, amigos nuestros de toda la vida. Tanto Marisa y yo, como Paco y Lina, llevábamos media vida juntos. Por tanto, éramos, y somos, dos parejas estables y los cuatro amigos de los que han vivido muchas guerras juntos.

Pues bien, resultó que alquilamos una casita en un pueblo del norte de navarra con la idea de hacer senderismo y recorrer unas cuantas rutas de la zona con fama de ser preciosas y sencillas de hacer. Salimos un jueves al medio día cada pareja con su coche, y llegamos a mitad de tarde. Nada mas llegar nos dieron las llaves, nos enseñaron las cosas de la casa, deshicimos equipaje, y fuimos al centro comercial de la ciudad más próxima que estaba a unos diez kilómetros, para comprar aquellas ultimas cosas que no habíamos traído nosotros. Hecho todo esto nos dispusimos a preparar la cena y ultimar detalles sobre el plan del día siguiente.

Todo estaba saliendo según lo que habíamos proyectado con la salvedad de que cabía la posibilidad de que el tiempo se complicase un poco más de lo esperado, y lo que en principio iba a ser una nevada ligera, podía ser algo más serio, pero como habíamos preparado todo con meses de antelación y teníamos bastantes ganas, decidimos correr el riesgo. Cenamos sin darle mayor importancia, nos fuimos a dormir pronto ya que madrugábamos al día siguiente y, al amanecer, ahí estaba nuestra sorpresa esperándonos. La nevada si bien es cierto que no había sido soberbia, sí que había llenado las calles del pueblo; pero el agravante de la situación vino cuando resultó que un camión había volcado en una carretera que daba acceso al pueblo. El puñetero camión tumbo unos postes de la luz y además desparramó la carga por toda la carretera. Por tanto, tenían que quietar todo aquello con los correspondientes papeleos para peritos de seguro etc., y para colmo no permitía el paso a los servicios de mantenimiento de carreteras que se encargaban de, entre otras cosas, limpiar los accesos al pueblo y sus calles, quitar la nieve, echar sal para que no se formase hielo etc. Conclusión: “encerrados” en un pueblo que, como tal, no daba mucho pie a visitas turísticas ni actividades de ocio, pues era un pequeño pueblo con escasos cien habitantes que se dedicaban a arrendar casas rurales como en la que estábamos.

Ante esto, nos vinimos un poco abajo anímicamente. Más Paco y yo que teníamos ganas de estrenar el equipo raquetas para andar por la nieve. Lina y Marisa en seguida quitaron hierro al asunto y dijeron que siempre podíamos hacer brasas para comer y hacer una sobremesa más larga de lo habitual como cuando éramos jóvenes y descansar, que tampoco nos vendría mal.

Mirándolo desde su punto de vista, en verdad el plan no era tan malo. Almorzamos, recogimos un poco las habitaciones y nos dimos un paseo por el pueblo por aquello de estirar las piernas y ver el paisaje todo nevado. Era un espectáculo natural que no acostumbrábamos a ver así que lo disfrutamos.

A eso de las doce el medio día empezamos a hacer fuego para poder hacer la barbacoa. Por fortuna la zona del asador estaba muy bien preparada y estaba cubierta con un tejadillo, bajo el que había una mesa larga con un par de bancos corridos como para unas ocho personas, por lo que nosotros cuatro íbamos a estar de maravilla. Mientras el fuego cogía fuerza nos abrimos un buen vino tinto y nos hicimos un vermut ligero para ir abriendo boca, al mismo tiempo que charlábamos sobre anécdotas vividas años atrás en circunstancias parecidas. Desde luego, aunque no era el plan inicial, lo estábamos pasando muy bien. Asamos un poco de panceta y chistorra, unas chuletillas de cordero y de postre torrijas, helado, café, y para pasarlos un licor de la zona que nos animó el espíritu. A este último punto llegamos ya a casi las cinco de la tarde. Al menos nuestro planteamiento de sobremesa larga si se estaba cumpliendo a la perfección. Con el primer espirituoso (un pacharán riquísimo), la cosa ya empezó a derrapar, comenzamos a hablar del amor, el sexo, las relaciones de pareja, nuestro punto de vista sobre ellas y ciertas ejemplificaciones de nuestras propias relaciones. Fue, como siempre, muy agradable; nosotros cuatro siempre habíamos tenido buena química y nuestra línea de pensamiento, más o menos, siempre había ido por una dirección sino idéntica, parecida.

Nos dieron, sin darnos cuenta, las nueve de la noche, por lo que pensamos en ir cenando algo pese a que tampoco es que tuviéramos mucha hambre. Decidimos aprovechar algunas de las sobras y sacar una maravillosa tortilla de patatas que había traído hecha de casa Marisa. Aunque estábamos algo saturados de comer, el café y el postre no los perdonamos y, ya puestos, decidimos echarnos un gin-tonic antes de dormir, que siempre ayuda a conciliar el sueño.

Fue entonces cuando salió el tema de Justo y Adela, una pareja de nuestro grupo que se había divorciado recientemente. Al parecer, ambos dos, en algún punto de su relación, se habían sido infieles mutuamente. Se abrió un debate interesante en el que los cuatros opinábamos parecido, pero no igual. Yo iba más por la línea de que sí que había amor, pero que había aparecido el aburrimiento; Paco decía que se fue el amor porque si no se hace eso; Marisa opinaba que buscaron fuera lo que no encontraban dentro; Lina nos sorprendió a todos diciendo que lo entendía, y que no veía que aquello fuese un motivo de divorcio. Y por ahí siguió la conversación, que obviamente obligó a una segunda ronda.

Según Lina, toda una vida haciéndolo con la misma persona tenía que ser súper aburrido y es normal que tuvieran inquietudes o ganas de otros cuerpos, otros tactos, otros todo en general. Esto a Paco le cayó como aceite hirviendo.

–          ¿Osea que tú te irías con otro? ¿o ya te has acostado con más gente? – dijo medio en broma medio en no Paco.

–          No, idiota, no me he acostado con nadie. Pero si me gustaría hacerlo – Afirmó serena, lo cual era, posiblemente, más inquietante.

–          ¿perdona? – alucinaba Paco.

–          Si, que ojalá nuestra sociedad fuese más abierta y nos hubieran educado de otra manera y se pudiera hacer este tipo de cosas sin que nadie se sintiera traicionado o dolido.

–          ¡hay que joder! ¡pero que me estás diciendo Lina! ¿te acostarías con otro? – se indignó Paco.

–          Si Paco, y los disfrutaría. Igual que tú. no seas hipócrita. Es más, a mí no me importaría que si quisieras probar con otras mujeres lo hicieras. Eso sí, siempre diciéndomelo. El problema de las infidelidades es el secreto, la mentira, la pérdida de confianza, el sentimiento de traición. Se rompe todo – profundizó dejando claro que aquello era serio.

–          Estoy de acuerdo – se anticipó Marisa, quien me dejó la boca abierta a mí.

–          Otra, no me jodas –  dije yo.

–          ¿pero que lleva esta ginebra que has comprado Manuel? – bromeo Paco

Todos reímos y comenzamos a dar nuestros distintos puntos de vista. Llegamos a la conclusión, por no profundizar en exceso y alargarme, de que el problema está en ver en el sexo algo mucho más allá del acto físico. Sin duda la concepción antigua de que siempre a la acción física le va aparejado sentimiento, es lo que hace imposible en nuestras cabezas el hecho de que se puedan mantener relaciones sexuales con otra gente distinta a la pareja, cuando se tiene pareja. Y los cuatro coincidimos en que en realidad es una pena que no se pueda disfrutar de algo tan poderoso como el sexo con más gente y limitarlo al ámbito de la pareja, en nuestro caso la conyugal.

Marisa, para mi sorpresa, sacó el tema de una nueva corriente, los swingers, que al parecer estaba cada vez mas de moda. Las relaciones abiertas, liberales…en las que las parejas llegaban a sus propias normas, a sus leyes internas en las que establecía las pautas de como querían vivir su vida sexual, la cual querían vivir a su manera, en este caso incluyendo a mas personas.

–          Osea, que a ponerse los cuernos unos a otros y aquí no pasa nada – dijo Paco a lo bruto.

–          No, no hay cuernos porque ambos lo saben, lo acuerdan y, en la mayoría de los casos, están juntos – aclaró Marisa.

–          No entiendo – dije yo.

–          A ver, a veces deciden meter a una tercera persona en la cama y tener esa experiencia – explicó Marisa.

–          ¿Cómo en las porno? – preguntó con interés real Lina.

–          Es una forma de verlo. Pero vaya, si, para hacer trios. O sino, deciden hacerlo con otra pareja.

–          ¿Cómo con otra pareja? – siguió interesándose Lina.

–          Si, conoces a otra pareja con la que haya afinidad, y si los cuatro están en la misma sintonía…

–          Ale alegría, los cuatro a la cama – se adelantó Paco.

–          Eso es, alegría. Que para una vez que se vive, ir con pena es muy triste paco.

–          Pues hombre, no suena mal, pero no sé yo si sería capaz de… – añadí yo.

–          A ver, no siempre se hace algo con la otra pareja, a veces solo mantiene relaciones cada cual, con el suyo, y solo se miran, y están en la misma habitación.

–          Uy, mira eso suena bien la verdad – nos sorprendió Lina.

–          ¿pero qué dices? Ole la moderna – dijo Paco divertido.

–          A mi esa idea siempre me ha llamado la atención la verdad – dijo Marisa

–          Pues yo nunca me lo había planteado, pero chico, visto así…pues no pinta mal. Aunque igual son los gin-tonic – reí yo – voy a hacerme otro a ver si me gusta más. ¿alguien quiere otro? – todos se apuntaron.

Y por ahí seguía la charla, cada vez más animada. No sé muy bien porque, seria la ginebra, el acumulo de todo el día…pero fue como un momento de apertura hacia temas que nunca habíamos tocado, y a posibilidades que ahí estaban sin que las hubiera siquiera tenido en cuenta.

–          Pues no sé. Yo no sé si podría ver a mi Lina con otro hombre – lanzó Paco.

–          A mí me costaría, para que mentir – dije yo.

–          Pues a mí verte disfrutar, me pone mucho, creo que sí que podría – dijo Lina.

–          Opino igual – se sumó Marisa.

–          A ver, lo que sí que creo es que por ejemplo ver cómo le da otra pareja al lado, podría gustarme. De hecho, antes me he imaginado que os poníais a ellos vosotros dos y hasta me he animado eh – dijo riéndose Paco mientras nos señalaba a mí y a Marisa.

–          Pues yo no he tenido esa ocurrencia tío cerdo –  dije yo – pero bueno, que me vean me da cierta cosilla, y pensar en ver a tu mujer desnuda la verdad es que tiene su punto – lancé para picarlo.

–          Ole el Manu, pues a mí también me gustaría ver a Marisa que está como para mirarla – respondió.

–          A ver animal – dijo Lina – que no somos cosas y que estoy delante eh, un respeto.

–          Eso, machotes, eso – añadió Marisa – que lo mismo las que no queremos veros desnudos a vosotros somos nosotras y nos buscamos a dos chulazos –  añadió y los cuatro nos reímos.

Sin duda había confianza y buen rollo, siempre lo había habido y eso daba pie a esas cosas

–          Y ¿Cómo es eso de que no te importaría que te vieran? – me preguntó Marisa – no sabía yo eso.

–          Bueno, sí. no sé. Alguna vez lo había pensado.

–          Pues no me habías dicho nada.

–          Me he venido arriba, ya ves. La conversación, el aturdimiento etílico. No me hagas caso – me reí para quitarle peso y salir al paso – seguro que a la hora de la verdad no sería capaz.

–          Pues ahora podríamos comprobarlo eh – me encerró Marisa contra las cuerdas – seguro que a Lina y a Paco no les importa.

–          Al revés yo encantado – corrió Paco-

–          Gracias amigo – le dije con una mueca de medio asco, en broma.

–          Nada hombre. Yo por ver a Marisa ya sabes. A ti te tengo muy visto.

–          Ah pues yo no lo tengo muy visto, así que yo también sin problemas – dijo Lina, lo que provocó un cambio en la cara de Paco, aunque luego se relajó y se rio de nuevo.

–          ¿ves? No tiene problema – seguía mi mujer con el run run.

–          Hombre pues la verdad es que este salón da pie al juego eh.

Puntualizar que el salón era amplio, dos sofás de tres plazas y uno de dos. Alfombra en el centro de la sala con una mesa cuadrada encima, y una chimenea que, aunque era eléctrica, simulaba una de fuego.

–          Pues ya sabes…más fácil que lo tienes ahora no lo vas a tener.

–          Hombre Marisa, pero llevas mucha ropa para eso ¿no? – bromee

–          Si el problema es ese, lo puedo solucionar – se envalentonó Marisa.

–          Soluciona, soluciona – dijo Paco.

–          Paco, tu cállate y no te metas – le dijo Lina.

–          Eso Paco, cállate – le dijo mi mujer – a ver si aún me vas a tener que ayudar tu a quitarme la ropa.

–          Lo que faltaba ya – dije.

–          Pues si no lo haces tú, alguien tendrá que hacerlo – seguía fustigándome Marisa.

–          Lo que haga falta, yo por ayudar – añadió el cabrón de paco – es decir, si no te parece mal cariño – dijo mirando a Lina.

–          A mí me parece bien, si Marisa quiere y se deja – aclaró Lina.

–          Quiero y me dejo –  respondió mi mujer.

–          Pues oye, adelante, quiero verlo – dije a sabiendas de que era una bravata que no se atrevería a cumplir.

Marisa sin esperarse ni dudar lo más mínimo, se levantó del sofá en el que estábamos y se fue hacia el sofá en el que estaban Lina y Paco; Lina al ver que Marisa iba hacia ellos y para poner más en aprietos al envalentonado de Paco, se levantó y se vino a sentarse al hueco que había dejado Marisa a mi lado. Cuando Marisa llegó frente a Paco, se hizo como una pausa y un silencio. Creo que, por lo menos yo, y casi seguro Paco, pensábamos que ahí quedaría. Pero al parecer Marisa llevaba otra idea. Y lo primero que hizo fue quitarse el jersey. Sin apenas pausa se quitó la camiseta que llevaba, quedándose en sujetador.

–          Uy amor mío, me parece que estas en aprietos – dijo Lina que veía como la cara de su marido cambiaba de color.

–          Te pasa por bocazas – dije yo. Pensando que ahí quedaría.

–          ¿y bien, me ayudas o no? – dijo Marisa, subiendo una de su bota a la rodilla de Paco.

–          Eso, ¿ayudas o no? – dije

–          Si es que pierdes la fuerza por la boca –  echó más leña a la hoguera Lina.

–          A ver, a ver…pero… ¿os parece bien? – mirándonos a mí y a su mujer –

Yo hice un gesto elevando los brazos a modo de a mí no me digas, tú te has metido en esto. Y Lina cogió su vaso para darle un buen trago como única respuesta. Ante esto, y tras un par de segundos de indecisión, un brillo especial apareció en los ojos de Paco y enseguida empezó a desabrochar la bota de Marisa; primero una y luego la otra salieron de los pies quedando ya descalza.

–          El cinturón Paco – sonó autoritaria mi Marisa.

–          Si – y se puso inmediatamente a ello.

–          Suéltame el botón del pantalón y bájame la cremallera – seguía dominando Marisa a la que muy rara vez había visto con esa decisión y ese grado de, no sé cómo denominarlo, lujuria en la voz.

–          Ya está. ¿más? – empezó a jugar también Paco.

–          Claro, ahora bájame el pantalón, despacio.

Dicho y hecho, Paco puso sus manos una a cada lado de la cintura y con delicadeza, poco a poco, fue bajando el pantalón de Marisa de manera que su culo empezó a quedar visible ante mis ojos y los de Lina. Casualidades de la vida o del destino, llevaba un tanga negro que el sentaba como un guante. En ese punto la verdad es que aquellos dos parecía que se habían olvidado de nosotros dos. Yo, por la parte que me toca, admito que estaba disfrutando. No se Lina. Pero yo, lo estaba haciendo; mas diré, una ligera erección comenzaba a dejarse notar en mi entre pierna. Por su parte Lina, a la cual tampoco prestaba mucha atención, se movía sutilmente en el sofá a mi lado, como inquieta.

–          Bueno pues ya está, ¿no? – dijo Paco.

–          Si, y ¿ahora?  – continuo Marisa

–          ¿ahora? Ahora ya está. Vamos digo yo.

–          No, creo que aún queda ropa ¿verdad? Chicos – nos preguntó sin volverse a mirarnos. Supongo que en parte para medir como iba el tema y solicitar permiso para seguir.

–          Yo veo mucha tela aun en ese cuerpo. Espabila cariño, y ayuda a nuestra amiga – se anticipó para mi sorpresa Lina, quien sin darme yo cuenta estaba un poco más pegada a mí que al principio.

Un incrédulo, pero excitado Paco, sin saber exactamente como actuar, se estiró hacia adelante como para hacer el amago de acceder al broche del sujetador de Marisa quien, ni corta ni perezosa, se giro para que llegase mejor. En ese momento pudimos ver la cara de Marisa; cara que yo personalmente conocía. Y puedo decir que aquello fue la confirmación de que iba a ir hasta el final con el tema y que algo especial iba a ocurrir esa noche. Había fuego, decisión, sensualidad, provocación…había sexo en ella que brotaba por sus poros. Paco al fin llegó al objetivo y soltó el sujetado de Marisa quien sujetándolo por las copas no lo dejó caer. Se giró y una vez que estuvo frente a él de nuevo, lo soltó dejando al aire esas maravillosas gemelas de la talla 95, bien colocadas y tersas como un milagro de la genética, para mi suerte y disfrute, y en ese momento para el de Paco.

–          Hostias, que… – entendimos que decía un asombrado Paco.

–          ¿te gustan?  – quiso saber Marisa.

–          ¿te gustan Paquito? Tela ¿eh? –  dije yo totalmente metido ya en el asunto que parecía que nos traíamos entre manos. Ver a mi esposa como la vi, terminó por desinhibirme y encenderme la sangre.

–          Son, son…bien – confirmó.

–          No seas mentiroso y no te cortes porque yo esté delante amor, di lo que piensas – le pidió Lina.

–          Son la hostia – dijo ya sin tapujos y emitió una ligera risa nerviosa.

–          Gracias. ¿te gustaría tocarlas? –  siguió totalmente suelta Marisa.

–          No, no. Gracias, pero no.

–          Pero hombre si a Lina le da igual y Marisa quiere, no me seas ahora cortado eh – dije -. ¿verdad Lina?

–          Si, por mi no hay problema.

–          Bueno, siendo así, de acuerdo.

–          Perfecto. Pero solo 10 segundos. Los de ahí atrás, contad – nos pidió mi esposa.

Y dicho eso empecé la cuenta en alto, momento en el cual Paco se estiró para alcanzarlas y las empezó a palpar, sentir, estrujar con mimo y creciente ansia, pero siempre con el respeto que debía, pese a que ya su grado de excitación estaba por encima de lo disimulable. Una vez pasados los diez segundos, mi mujer que es muy lista y muy viva, y que no había perdido detalle, dijo en alto volviendo a mirar a Paco a los ojos

–          Lina ya puedes soltar que eran solo 10 segundos.

Lo cual desconcertó a Paco que volviendo a caer en la tierra, buscó con la mirada el sentido a las palabras de Marisa, y lo encontró, al ver como Lina retiraba la mano de mi paquete, el cual se había animado a agarrar por encima del pantalón apretándola un poco al principio, haciendo un amago de masturbación después. Aquello a pocas me hizo estallar, si la erección que tenía ya era considerable, aquel apretón a pocas me hace venirme sin necesidad de nada más.

–          ¿Qué cojones? – se exaltó Paco, quien parecía enfadado.

–          Eso es Paco, ¿Qué cojones? Muy mal, aquí igualdad – y sin pedir permiso a nadie ni ver maldad para nada en lo que iba a hacer, Marisa estiró la mano y cogió la incipiente y voluminosa erección de Paco quien, boquiabierto, solo acertó a emitir un sonido más próximo al placer que a la queja.

–          Eso es, igualdad – repitió Lina a la vez que se levantaba frente a mí y se desnudaba de cintura para arriba mostrándome a mí, puesto que estaba yo delante, dos pedazo de monumentos que no sé dónde escondía con la ropa. Eran una poquito mas pequeñas que las de Marisa, pero algo mas redondas y duras. Otro diez, se mire por donde se mire. – venga Manuel, que esos van por delante.

Dicho y hecho, le cogí los pechos a Lina al límite de nuevo de explotar por dentro de los pantalones. Por su parte, Lina, al sentir mis manos sobre ella, cerró los ojos, emitió un suspirito muy sugerente e inclino ligeramente su cabeza hacia atrás para concentrarse en sentir.

–          ¡10! Ya está – dijo Marisa.

–          Vaya que rápido, que pena – se quejó Lina.

–          Si hija, lo bueno dura poco – fue la réplica de mi mujer.

–          Esto se está yendo de madre – intentó poner cordura Paco.

–          Yo creo que ellas están bien Paquito, y yo, chico, pues también estoy bien, no te voy a engañar –  y los tres nos reímos, pese a que él seguía intentando mantener el semblante de no estar convencido.

–          Y él también, creedme, no sabéis lo dura que la lleva, y lo a gusto me ha cogido y chupado los pechos –  dijo Marisa.

–          ¿chupado? ¡como que chupado! – nos miramos con sorpresa Lina y yo desde el sofá de enfrente a ellos.

–          Si, si, aquí don “esto se está yendo de madre”, cuando le he cogido su cosa, ha aprovechado para chuparme un pecho, y luego ya que estaba, el otro.

–          Vaya, vaya, mi maridín, y parecía que no quería el paradito – rio Lina –  para luego añadir, bueno, aquí lo que veo yo es que se nos han acabado los gin-tonic y que hay dos personas semi desnudas y dos completamente vestidas – a continuación, se quitó el pantalón para quedar solo en bragas, como Marisa, y cogió los cuatro vasos para ir a rellenarlos.

–          Eso es chicos, así que espabilad que lo dice por vosotros – añadió mi mujer mientras acompañaba a Lina a la cocina –  cuando volvamos esperamos que esté todo igualado.

Y allí nos dejaron a los dos hombres, vestidos, uno en cada sofá, uno frente al otro. Mirándonos. Él, con cara de pocos amigos; yo, sonriente; y ambos cachondos como monos.

–          ¿bueno y ahora qué? – me preguntó mi amigo.

–          ¿ahora qué? Ahora nada, lo que digan y lo que fluya – afirmé mientras me ponía de pie y me empezaba a desvestir.

–          ¡será una broma Manuel, no me jodas!

–          Para nada Paco, yo pienso vivir una vez, no más, y no voy a perder oportunidades como esta. A mi me parece bien disfrutar con vosotros de esto. Hay confianza, nos caemos bien, a la vista está de que nos atraemos algo. Paco, que desde aquí te veo que estás a gusto – dije mientras señalaba su bulto -. No hay porque hacer nada, pero se puede jugar un poco y explorar los limites ¿no crees?

–          No se…bueno, ganas me han entrado claro está. Pero no quiero que pienses…

–          Yo no pienso nada Paco. Marisa y yo sabemos lo que sentimos. Y para mi Lina es una amiga, con un cuerpo espectacular, todo sea dicho de paso, pero eso, una amiga, y además tu esposa. No hay más.

Tras cinco segundos de reflexión, Paco se levantó y comenzó a desnudarse también. Cuando llegaron, nos encontraron a los dos sentados uno al lado del otro, en calzoncillos, sonrientes y expectantes.

–          Uy míralos que majos ellos ja ja así de gusto que bien mandados – rio Marisa mientras lo decía y dejaba dos vasos en la mesa.

–          Ya podían ser así siempre –  añadió Lina, mientras dejaba los dos vasos que cargaba ella.

–          Bueno, a ver, muy bien que os sentéis juntitos, pero ahí no estabais, a vuestro sitio.

Yo obedecí y me cambié al sofá en el que estaba. Lina se vino hacia mí, y Marisa hacia Paco. Nos sentamos los cuatro, charlamos un poco para dejar las cosas claras sobre lo que estaba pasando y decidimos brindar por la amistad.

–          Una vez que está claro, ale termina lo que has empezado Paco –  dijo mi mujer poniéndose de pie junto a él.

Paco entendió perfectamente lo que le estaban mandando y sin titubeos, pero con cierto pudor, comenzó a quitar el tanga a Marisa, deleitándose en cada centímetro de cuerpo que iba pasando, hasta clavar la mirada en el depiladísimo pubis de Marisa. Mientras tanto, y a la vista de esto, Lina se pegó a mí, pasó su pierna más cercana a mí por encima de mis piernas, y con su mano más próxima comenzó a intentar alcanzar mi polla que para entonces ya sobresalía algo del bóxer. No le costó demasiado alcanzarla y meter su mano por completo para tener total acceso a él.

–          Muy bien paco, y ya que estas y sabiendo que te gusta chupar, anda, se bueno… – y rodeando su nuca despacio lo acercó a ella; Paco se dejó guiar hasta la entrada de Marisa quien, al notar su boca, emitió un suspiro que hizo que este sacara todo lo que pudo la lengua para penetrarla, lo que generó más suspiros y algún jadeo, y eso desencadenó un ascendente cunnilingus.

Ver aquello hizo que se me pusiera todo lo dura que podría ponérseme y Lina, sin vacilar, se inclinó hacia mí para metérsela en boca sin remilgos ni reparos. La miró un segundo con ganas de devorar y tras una lamida inicial en el glande se la metió despacio toda en la boca, hasta casi llegar a los testículos. Que placer me dio aquella sensación. Me salió un gemido que hizo que mi mujer se volviese para mirar y nuestras miradas se cruzaran, cómplices, desencajadas, felices, llenas de amor y lujuria. Para corresponder, estiré la mano más cercana a Lina y apartando hábilmente la braga comencé a masturbarla. Fue un placer enorme comprobar que ella estaba igual de excitada que yo. Cada paso de mis dedos por su clítoris le arrancaba un gemido y provocaba que moviera sus caderas adelante y atrás buscando más roce y más rapidez, sin olvidarse de lo que tenía entre labios, por así decirlo, cuyas succiones eran simplemente maravillosas.

–          Ven anda que te tengo solo trabajando – oí decir a Marisa, que separó la cabeza de paco quien pudo ver, por primera vez, como estábamos su mujer y yo –  te toca disfrutar – sentenció mi esposa.

Y arrodillándose frente a él, le bajó el bóxer, del cual salió disparado un rabo de un tamaño considerable que arranco un << joder que maravilla>> de Marisa, y comenzó una tremenda felación que hizo que Paco se olvidase del hecho de que mi pene estaba en la boca de su esposa. Así estuvimos unos minutos más. Yo decidí también ser un poco más participativo y poniendo a Lina tumbada boca arriba me adentré oralmente en su entrepierna para corresponder la genial mamada que casi provoca que me corra antes de tiempo. Por su parte, Marisa, seguía con su actividad, arrancando gemidos de Paco quien se las había ingeniado para llegar a masturbarla.

–          Tengo que meterme este pollón dentro – oí que decía mi esposa; lo que hizo que me girase para mirar. En ese momento, ella se incorporaba, cogió el miembro de Paco, lo dirigió hacia su entrada y se sentó encima del tirón – mmmmmmm diooooooos – fue todo lo que dijo y se quedó sentada, inmóvil, unos segundos mientras Paco le acariciaba el culo y le comía los pechos.

–          Yo también la necesito dentro ya Manuel, por favor – pidió Lina

–          No me lo digas dos veces – me incorporé, apunté mi glande a su vagina ,y le acaricié con él su clítoris un par de veces, lo cual arranco sus suspiros y le hizo morderse el labio inferior.

–          Mmmm, métemela cabrón, deja de jugar – imploró. Y obedecí – aaaauuuuuu dios, si, jodeeeeeeer que bueno.

Esta manifestación por parte de Lina fue el pistoletazo de salida para Marisa que se puso a cabalgar a Paco, con cuidado al principio hasta quedar bien encajada, y luego rápido, y luego muy rápido, centrándose ya en terminar con todo ese acúmulo de sensaciones. Lina que tenía visión directa de como Marisa, sentada encima de Paco, cabalgaba a su marido, se encendió y comenzó a mover las caderas para ayudarme en mi bamboleo. Los cuatro comenzamos mágicamente a suspirar y gemir cada vez más rápido, y más alto, y los primeros me voy a correr empezaron a dejarse oír. Y, empezaron a llegar. No sé quién fue primero ni quien el ultimo, pero uno detrás de otro comenzamos a alcanzar la cima y, en algún momento, solapamos los cuatro un tramo de nuestro periodo de placer orgásmico.

Al terminar, nos quedamos los cuatro tumbados, exhaustos, sudorosos, satisfechos, en silencio. Sin necesidad decir nada, y por una química especial, los cuatro nos levantamos del sofá y nos fuimos con nuestra respectiva pareja a la habitación a descansar.

Lo que pasó a partir de ahí, es asunto ya de otra historia o de otro episodio.

Por Tiago Vilas

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