Me miro al espejo del baño, desnuda, mi cabello rizado, mis labios hinchados y el cuerpo agotado. Él entra y se posiciona detrás de mí tomando con sus grandes y ásperas manos mis pechos, su cabeza se posa en la curvatura de mi cuello mirando hacia el frente, físicamente somos un contraste.
Mi piel es blanca porcelana, mis ojos son un girasol; al menos así me lo dice siempre, por mi heterocromía de verde y café, mis rizos marcados y rubios son su delirio.
Él, por el contrario; trigueño, de facciones marcadas y ojos noche, tan oscuros como lo que llevamos haciendo cada mes desde hace más de un año.
Besa mi cuello y su barba raspa en mi clavícula, echo mi cabeza hacía atrás cerrando los ojos y soltando un jadeo ahogado, casi inaudible; sus labios carnosos son mi perdición, hacen que olvide las consecuencias que tendremos si esto llega a salir a la luz. Subo mis manos a las suyas apretandolas levemente.
-Si sigues voy a olvidar el cansancio y el sueño. Le digo con mis ojos aún cerrados
-Olvídalo porque yo jamás me voy a cansar de ti.
Sus labios subieron, comenzó a morder el lóbulo de mi oreja, su mano derecha dejó mi pecho para recorrer mi piel, apretando y marcandola con sus dedos.
La mía tomó su cabello largo que me vuelve loca, su erección comenzaba a sentirse entre mis nalgas haciendo que el deseo aumente y yo comenzara a mover mis caderas suavemente.
Dejó mi cuello para llevar su atención a mi espalda, bajó con su lengua húmeda por toda mi espina dorsal hasta llegar al comienzo de mi nalgas, sus manos acariciaban mis cachetes mientras su lengua mojaba toda mi espalda baja dando besos y pequeños mordiscos. Soltó la primera nalgada y yo tuve que apoyar mis manos en el lavamanos a la vez que un pequeño grito salió de mi garganta.
Subió volviendo a apoyar su cabeza en mi clavícula, con sus manos abrió mis nalgas para colocar entre ellas su erección. Nos miramos a los ojos a través del espejo.
-Me encantan esos ojos.
Toma mi cintura para girarme y quedar frente a frente.
-Quiero verlos bien.
Me observa por unos segundos, acercándose como una bestia a punto de devorar a su presa, pero yo no me siento como una presa, sino como el señuelo esperando a ser mordido.
Mantengo la mirada con él aumentando el deseo que provoca en mí cada vez que estamos juntos. Devora mi boca con deseo y urgencia, anticipando que, después de esta noche es probable que todo termine, es eso lo que hace que todo se vuelva pura pasión y el sexo nunca deje de ser bueno, la incertidumbre de que; tal vez, no haya próxima vez.
Sus labios bailan en los míos a un compás que solo nosotros conocemos, un ritmo desesperado y sincronizado, digno de dos amantes prohibidos, muerde mis labios sabiendo que es mi debilidad, aumento el ritmo y sus manos ya están inquietas recorriendo cada rincón de mi cuerpo, las mías hacen lo mismo, bajo una de ellas a tocar su pene que ya está duro, goteando precumen, llevo mis dedos a la punta para humectar toda la longitud. Moviendo a un ritmo lento la palma puede sentir la textura de sus venas.
Llevo nuevamente mis dedos a la punta, limpiando con ellos las gotas que siguen derramando, subo a mis labios para saborear, separandome de él y sin soltar la mirada chupo mis dedos jadeando de forma ahogada, puedo ver la satisfacción en sus ojos, mi mano libre sustituyó la ora y está moviéndose a un ritmo más acelerado, del mismo modo que mis dedos en mi boca.
Él se encuentra paralizado, disfrutando de mí, complacido por la escena prohibida que está viviendo. Lleva sus manos a mis tetas, sus dedos aprietan y jalan mis pezones, acerca su boca a mi pezón, mordiendo suave, su lengua se mueve con maestría en mi aureola, eso aumenta mi placer calentando el ambiente y la habitación.
Toma mi cintura sin dejar la atención de mis tetas, me sube al lavabo de un tirón, sus manos abren mis piernas acariciándolas con rudeza, su boca ya se encuentra recorriendo mi abdomen para llegar a mi vulva repartiendo besos en el camino. Con sus dedos abre mis labios notando la gran humedad que ya ha desencadenado.
Comienza lamiendo a lo largo de ella, como si necesitara explorar y conocer el sabor de mis jugos, repartiendo besos mojados, suaves y llenos de intensidad yo llevo mis manos a su cabello para acompañar sus movimientos, mis gemidos ya no cesan, como si en ese momento solo existiéramos nosotros dos y nada pudiera acabar con este momento.
Su lengua encuentra mi clítoris moviendola en círculos, sin detenerse para introducir dos dedos dentro de mí, echo mi cabeza hacia atrás y arqueo mi espalda echando mis caderas hacia adelante, esto hace que sus dedos se sientas más adentro y su lengua aprieta más contra mí.
El ritmo aumenta, mis caderas no dejan de moverse, mi boca no deja de jadear, todo es placer puro y prohibido, la habitación huele a deseo y lujuria anunciando el éxtasis inevitable que se avecina. Su lengua mantiene el ritmo acompasado con sus dedos y mis caderas, mis manos van a mis tetas aumentando las sensaciones de satisfacción.
La escena es sensualidad pura, el orgasmo está a punto de llegar, no lo puedo contener más, apretando mis pechos con mis manos, mi boca soltando gritos y jadeos inentendible y empujando su cuerpo hacia mi con mis piernas llego al clímax, un orgasmo que solo él me hace sentir, que hace que olvide al mundo entero.
Siento como mis fluidos salen y él los recoge todos con su lengua, generando espasmos que me hacen soltar pequeños gemidos, sube su cuerpo para mirarme de nuevo, devora mi boca con devoción mezclando nuestra saliva con mi flujo. Me mira fijo, tocando su polla endurecida, trato de llevar mis manos para ayudarle con ello pero me detiene.
-Esta vez el trabajo es todo mío, tú disfruta.
Sigue tocándose y yo solo lo miro, su boca gruñe y su cuerpo marcado por las horas de entrenamiento en Artes Marciales se tensa, está cerca del orgasmo, lo puedo notar por la manera en que su mano se mueve, como hecha su cabeza hacia atrás y su garganta suelta gemidos guturales, todo en él es tan masculino.
Su cuerpo no aguanta más y su corrida cae llenando de líquido caliente mis piernas, lo veo soltando la tensión de su cuerpo, baja el ritmo de su mano hasta que la suelta completamente, limpia la punta de su pene; al cual le quedaba una gota de semen con su dedo y lo lleva a mi boca.
Lo recibo con lujuria y procede a besarme, esta vez lento, suave, con ternura. Sus manos esparcen lo que hay en mis piernas llevando una parte hasta mis pechos, nuestras bocas no se separan y nuestros cuerpo están pegados, los jadeos son largos, sensuales. Se separa de mí pegando su frente contra la mía, fija la mirada en mí respirando agitadamente.
-Es hora de dormir primita.
Me bajó de un movimiento y con su mano entrelazada nos fuimos a la cama, abrazada a él y con el cuerpo cansado pero lleno de placer llegaba a mi mente la nostalgia de saber que mañana, volveremos a ser los nietos consentidos de la misma abuela que fingen ser grandes amigos en las reuniones familiares.
Por Julieta Sombras