Cuando nuestras hijas tienen su primera menstruación, es mejor ser previsoras por lo que pueda suceder, porque a veces los acontecimientos nos desbordan y hay que adaptarse a todo tipo de situaciones..
Cuando mi hija tuvo su primera menstruación decidí llevarla al ginecólogo por consejo de su Pediatra, para ver que todo esté bien y tenga un desarrollo normal su aparato genital.
Mi hija me dijo que le daba mucha vergüenza ir a que la vieran y en vez de llevarla a mi ginecólogo, que era una persona bastante seria y distante, la llevé a otro que me aconsejó una amiga, que me dijo que era al que llevaba a su hija porque era muy cariñoso con las niñas de estas edades y sabía muy bien como tratarlas, haciéndolas sentir más relajadas.
Al llegar a la consulta nos atendió su enfermera y mandó pasar a la niña, tras indicarme a mí que la esperara en la sala de espera, pero al poco rato me avisó para que pasara al despacho del doctor.
Allí estaba todavía mi hija tumbada en la camilla con las piernas abiertas y el doctor me comentó que la había revisado y que en principio todo estaba bien, aunque debía decirme algunas cosas que quizás yo no estuviera enterada:
—Su hija ya no es virgen, ¿lo sabía?
Obviamente, yo ya sabía que no lo era porque se encamaba con su padre y esta conversación tan incómoda era lo que yo más me temía, aunque tenía la esperanza de no tener que hablar de ello con él, por lo que me hice la sorprendida:
—No, no lo sabía, doctor.
—Eso no tiene mayor importancia, porque cada vez más niñas de estas edades empiezan a tener relaciones y pierden la virginidad, pero he observado que ella está teniendo relaciones con un adulto.
—¿Y eso cómo lo sabe? —le pregunté, intrigada, mientras él se dirigia a la niña.
—A ver, cariño, abre las piernas para que lo vea tu madre. Mire, como tiene los labios, están muy abiertos para su edad —a la vez que introducía los dedos en la vagina de mi hija—. Fíjese con que facilidad se abre su vagina al meterle los dedos y ya ve que al fondo sigue muy abierta. Eso es porque un pene de tamaño grande y grueso la está penetrando y además creo que con bastante frecuencia, porque ya tiene una buena dilatación para su edad. De todas formas, su hija lubrica muy bien en cuanto se la estimula y no tiene ninguna lesión de importancia. Se nota que tienen cuidado con ella para no hacerle daño. La niña no ha querido decirme nada, pero tengo la obligación de comentárselo a usted.
En ese momento me sentí muy avergonzada, porque el ginecólogo lo había descubierto todo y yo no sabía como salir de esa, si decirle la verdad o seguir disimulando para evitar males mayores, pero el doctor, seguramente por su experiencia, se dio cuenta de mi situación y me dijo:
—No se preocupe señora. Yo suelo ver muchos casos así, incluso en niñas más pequeñas que me las traen ya por este motivo. Suele desvirgarlas algún familiar cercano o sus padres incluso y entiendo que es una situación incomoda para la madre que me trae a su hija, y aunque muchas veces no saben nada, otras si estén enteradas, y lo consienten por varios motivos.
En ese momento, un poco más tranquila por las palabras del doctor, me atreví a confesarle la verdad:
—Perdóneme doctor, siento no habérselo dicho antes, pero me daba mucha vergüenza por lo que pudiera pensar de mí.
—Lo comprendo, pero ya le dije que no se preocupara por eso. Yo aquí veo de todo y ya estoy acostumbrado a estas cosas. ¿Quién se está acostando con la niña? ¿Algún familiar cercano?
—Sí, en realidad es su padre. Ya sabe como son estas cosas, empiezan jugando y los dos acaban excitándose demasiado. Cuando vi que empezaba a metérsela, intenté advertirle para que no lo hiciera, pero él me decía que como no tenía la regla todavía no iba a pasar nada. Por eso, ahora que ya le vino, me asusté un poco y pensé que era mejor que la viera y me aconsejara algún método anticonceptivo para ella.
—Es normal, Ha hecho bien en traérmela. Ahora lo que hay que hacer es buscar una solución. Yo tendría que decirle que sería mejor que su marido dejara de tener relaciones con ella, pero ya sé que eso no va a pasar porque una vez que se empieza, al tener a la niña en casa es difícil aguantarse, por lo que tendremos que buscar algún método anticonceptivo para que no la embarace por accidente. Lo mejor para su edad sería que su padre usara el preservativo, pero ya sé que es incómodo tenerlo siempre a mano en ese momento y lo que suelo recetar a otras niñas en casos parecidos al suyo son una pastillas para regular la menstruación que las vienen bien y que sirven también como anticonceptivos.
—Muchas gracias, doctor. Es un alivio para mí solucionar este problema.
—Sí que es un problema, porque a mí me pone en una situación difícil, ya que cuando descubro que alguna niña está teniendo sexo con adultos, tendría que dar cuenta.
—No, por favor, no diga nada. La niña quiere hacerlo y no está siendo obligada por su padre, y si la hiciera daño, yo no lo consentiría. He venido a usted recomendada por uuna amiga, que le trae a su hija también.
—Bueno, ya le dije que muchas mamás me traen a sus niñas cuando están en esta situación. No se preocupe, vamos a ver como lo arreglamos. Ahora espere fuera mientras termino de hacerle otras pruebas a la niña.
Volví a la sala de espera, donde estaban otras dos madres con sus hijas, con cara de preocupación por lo que había pasado dentro. La que estaba a mi lado lo notó y me preguntó:
—¿Malas noticias o es que te has llevado alguna sorpresa con la niña?
Yo no sabía muy bien que contestarle y una vez más, me leyeron el pensamiento:
—Jajaja, no me mires con esa cara, mujer. Ya sé lo que es pasar por eso, te has enterado de que a tu hija se la están metiendo ya ¿no?
—Sí y como le ha empezado a venir la regla, estoy preocupada.
—Bueno mujer. El doctor es muy comprensivo para estas cosas y te dará una solución.
—Es que me ha dicho que tendría que dar cuenta a las autoridades. Estoy desesperada y no sé que hacer.
—Sí, claro, es su obligación, pero todo tiene arreglo. A la mía empezó a follársela su tío y yo no sabía nada cuando la traje aquí la primera vez, así que imagínate la cara que se me quedó cuando me lo dijo.
—¿Y como lo arreglaste para que no diera cuenta?
—Yo estaba desesperada también y acabé ofreciéndole a la niña.
—¿Qué quieres decir con ofrecerle a la niña?
—Pues eso, dejar que se la follara.
—No me digas. Y aceptó.
—Claro, al principio me dijo que no, pero en realidad lo estaba deseando. Se la traje a última hora, cuando la enfermera ya no estaba y estuvo con ella más de media hora.
—Pues yo tendré que hacer lo mismo entonces. Mi marido no sabe que la he traído aquí y si encima tenemos problemas por culpa de esto, no se que va a pasar.
La otra madre que estaba escuchando la conversación, intervino:
—Yo también tuve que hacer eso porque tenía que cubrir a mi marido. Te aconsejo que lo hagas para evitar problemas. Además si tu niña está ya acostumbrada por lo que dices, el doctor estará un rato con ella, se lo pasará bien y asunto arreglado.
En ese momento, la enfermera me volvió a mandar pasar dentro y me recibió el doctor en su mesa, cuando mi hija estaba ya vistiéndose.
—En principio para tranquilizarla le diré que está todo perfecto, tiene un buen desarrollo en todos los sentidos y ella me ha contado que es muy activa sexualmente y que disfruta mucho del sexo, así que por esta parte no hay ningún problema. Sólo la he aconsejado que antes de que le hagan la penetración, esté bien lubricada para que no le duela y todo sea más placentero, pero para que yo no diga nada tendremos que llegar a algún arreglo.
—¡Ay, que vergüenza!. Mire doctor, yo estoy dispuesta a lo que sea para que sea discreto y esto no salga de aquí.
—¿A qué estaría dispuesta?
—Pues si quiere, yo le traigo a la niña un día para que esté con ella.
Él me puso mala cara porque estaba la enfermera por ahí cerca y cuando ella salió me dijo:
—La que tiene que ser discreta es usted y no decir esas cosas delante de la enfermera.
—Perdone, es que estoy muy nerviosa con este asunto.
—Bueno, mire, tráigame a la niña mañana a última hora, cuando la enfermera se haya ido.
Y así tuve que hacerlo. Al día siguiente me presenté allí a última hora para dejarle a la niña, y él me dijo que volviera a por ella en una hora. Durante ese tiempo estuve dando un paseo, dándole vueltas en la cabeza a todo este asunto, temiendo que si llegara a enterarse mi marido de esto me mataba, pero no tenía otra salida y al fin y al cabo, el culpable de todo era mi marido precisamente por no saber aguantarse las ganas.
Unas calles cerca de allí me encontré con la madre con la que había estado hablando en la consulta del ginecólogo el día anterior y le comenté que había dejado a la niña con él, y como me debió de ver muy nerviosa, me invitó a tomarme un café con ella mientras teníamos una conversación que me hizo ver las cosas de otra manera:
—Tienes que pensar que has hecho bien. La niña se lo va a pasar genial y así tendrás al doctor con la boca callada.
—¿Pero a cuantas niñas se habrá follado ya el tío este?
—Que yo conozca a cinco con la tuya, pero seguramente habrán sido muchas más. Si te has fijado, casi toda su clientela son niñas que le traen su madres por el mismo motivo que nosotras. Él sabe como tratar estos asuntos y a nosotras nos deja más tranquilas sabiendo que él conoce nuestro problema y que nos va a ayudar a llevarlo lo mejor posible.
—Sí, eso es verdad. Estoy deseando ir a buscar ya a mi hija para que acabe todo esto y seguir con nuestra vida. Espero que no me la pida más veces.
—A mí me la pidió dos veces ya. Cuando le gusta alguna en especial, suele decir que se la lleven más veces.
—Pues vaya. Espero que no se envicie mucho con la mía.
.- No sé que decirte. La tuya está muy rica y es muy vicioso. Mi hija me dijo que le hizo de todo.
—Claro, se aprovecha bien de la situación. Pero la tuya sigue haciéndolo con su tío ¿no?
—Sí, mi hija quiere también y no puedo hacer nada para evitarlo, pero ahora estoy más tranquila sabiendo que no va a pasar nada por mucho que lo hagan. Además como yo estoy separada, mi hermano está casi siempre en casa y hacía ya de padre con ella, casi.
—¡Ah!, ya entiendo. Por eso empezaría a hacerlo con la cría.
—Y yo sin enterarme. Vaya como me la dieron los dos, pero bueno, ya sabes como son los hombres, cuando tienen alguna niña cerca, en cuanto tienen oportunidad con ella, no la desaprovechan.
—Sí, es tremendo. Mi marido tiene un vicio con ella que no veas, y cuando ni siquiera tenía tetas, ya le apetecía.
—Debe ser por la sensación que tienen de metérsela en algo tan estrecho, porque nosotras ya no podemos darles eso; claro, después de haber parido y todo, estamos ya muy abiertas.
—A mí me pasaba eso y empezó a pedirme el culo, para sentir más. Pero al final se acabó fijando en la cría, aunque mira, que disfruten mientras puedan. Luego llegan a nuestra edad y los hombres parece que sólo tienen ojos para las nenas.
—Y que lo digas. Tú por lo menos estás casada y de vez en cuando algo tendrás ¿no? Pero yo estoy sola y tengo que andar buscando por ahí cuando me apetece y aguantar a cada uno que ni te imaginas, que al final muchos ni me hacen correrme.
—¿No tienes a algún amigo fijo?
—No, tenía uno que estaba casado, con el que estaba encantada, pero su mujer sospechó y acabó enterándose. Y cómo no quería separarse, dejó lo nuestro.
—Vaya, es una pena, porque como suelen decir, lo bueno está ya ocupado, ¿no?
—Así es, amiga. Así que cuida al tuyo si estás contenta con él y aunque se folle a la nena, tú déjale que lo haga y que esté entretenido en casa. Así no lo buscará fuera.
—Si, yo les dejo, mientras vea contenta a mi hija no voy a decirle nada. A veces parece como si estuviera viviendo solo con ella, porque por las noches se va a su habitación y duermen juntos.
—Entonces es como uno que conozco yo del barrio, que está divorciado y tuvo a su hija a su cargo desde pequeña, porque su madre se marcho y no saben de ella.
—¿Y te dijo que acabó haciéndolo con la niña también? O sea, ¿que la usaba como su mujer?
—No me lo dijo, pero suele ir a la consulta de este ginecólogo también y ya me contó la vergüenza que le da estar esperando a su hija entre todas las mujeres. Pero yo lo sospecho, porque tengo una amiga que va a su casa a ayudarle en las tareas de limpieza y todo eso, y me dijo que muchas veces la cama de la nena está sin deshacer, como si no hubiera dormido allí.
—¡Ah, ya!. O sea, que duermen juntos, ¿no?
—Pues eso parece, aunque una vez que mi amiga le dijo que la cama de la niña siempre estaba hecha, él se puso bastante nervioso y la dijo que seguramente la haría la niña antes de ir al Colegio.
—Ya, que gracioso. Como si la niña se fuera a preocupar de hacer la cama todos los días, sabiendo que luego iría tu amiga a hacérsela.
—Pues ya ves. Nosotras lo cotilleamos y llegamos a esa conclusión, aunque no nos metemos en su vida, porque bastante tenemos ya con lo de nuestra casa. Además empezó a llevar a su hija al ginecólogo cuando ni siquiera tenía la regla, así que debió de ir para consultarle algo que le preocuparía.
—Seguramente empezaría a metérsela ya de bien pequeña y le haría algún daño a la nena. Y en ese caso tampoco debió de dar cuenta por lo que parece.
—No, jaja, yo creo que eso nos lo dice a todas para asustarnos, pero que yo sepa, no debió de hacerlo ninguna vez.
—Claro, para beneficiárselas a todas. Bueno, me voy a buscar a mi hija ya, que llega la hora, a ver que me cuenta.
—Tranquila mujer, ya verás como sale contenta diciéndote que se lo pasó genial y que disfrutó mucho.
—Bueno, pues ya hablaremos en otra ocasión cuando nos veamos.
Efectivamente, cuando fui a buscar a mi hija, salió con una sonrisa en la cara, y me enseñó un regalo que la había hecho el doctor, mientras de vuelta a casa me fue contando todo lo que hicieron y que se lo había pasado muy bien.
Le pregunté:
—¿Te gustó más que con papá?
Ella dudó en la respuesta, pero demostró su madurez diciéndome:
—Mamá, no puedo decírtelo, es distinto. A papá le quiero mucho, pero el doctor me enseñó a darme más placer y a correrme más veces.
—¡Vaya, que bien! Pero es la segunda polla que te comes y ya vas a poder empezar a comparar.
—Eso sí, pero me gustan más las de los mayores que las de los niños de mi edad.
—¡Ah! ¿Sí? Jaja, ¿es que las has probado también?
—Se la chupé a alguno en el recreo del Cole. Muchas lo hacen, no solo yo, ¡eh!
—¡Caray! Sí que salís espabiladas ahora…..
Vaya con mi niña, se estaba haciendo ya toda una mujercita con mucha experiencia.
Cuando llegué a casa, no tuve más remedio que comentarle a mi marido que había llevado a la niña al Ginecólogo, porque ahora con la regla, nos podíamos meter en un problema y él se enfadó un poco conmigo:
—¿Pero como haces eso? ¿Y si se da cuenta de que ya la están follando? Sospechará de mí. ¿Es de confianza ese médico?
—Sí, tranquilo, es de total confianza. ¿Qué querías que hiciera? Ahora que la nena empezó con la menstruación, me la puedes dejar preñada si sigues echándole todo dentro. Me lo recomendó una amiga, que lleva a la suya allí también, porque le pasa lo mismo que a la nuestra.
—¿Te lo contó? Pero ¿habláis de estas cosas entre vosotras?
—Bueno, a ver, no nos damos detalles, pero entre las madres nos entendemos, porque pasamos por las mismas cosas.
—Ya, bueno. La verdad es que debe ser muy frecuente esto.
—¿El que los papás follen a sus niñas? Pues supongo, y no solo los papás. Los hombres no se aguantan las ganas…. El doctor me dijo que ahora las niñas están muy sexualizadas y que estos casos son muy frecuentes en su consulta. Me dió unas pastillas para la nena, así que ahora puedes seguir follándola tranquilo, que no va a pasar nada.
—¡Vaya! Me dejas sorprendido. No me esperaba algo así.
—Claro, Vosotros solo pensáis en meterla y luego vienen las consecuencias…. El doctor me dijo que la cría ya no era vírgen y que si yo sabía algo de eso. Logicamente no le dije nada, pero él ya supone que alguien se la está follando… Además, me enseñó como tenía el coño todo abierto y hasta el ano lo tenía dilatado.
—¡Joder…! Claro, es que se la meto por los dos lados…. Perdóname por ponerte en este apuro. Has hecho bien, y te lo agradezo,
—Lo hice por la familia. A mí no me gustó cuando empezaste a follarla, pero no podía hacer otra cosa, solo mirar que las cosas fueran bien.
—Lo entiendo, pero a tí no dejé de atenderte y tú también tienes polla siempre que quieres.
—Bueno, cada vez menos…. Se nota que te gusta más montar a tu hija que a tu mujer, aunque no te lo puedo echar en cara, porque todas mis amigas me lo dicen, que les pasa igual con sus maridos.
—O sea, que todos se encaman con las niñas.
—Bueno, los que las tienen, ya sabes. Por eso los hombres se ponen tan contgentos cuando tienen una hija.
—Sí, es verdad. Pero yo cuando tuve a la mía no pensaba en eso, tienes que creerme, pero luego, al verla crecer, te van entrando las ganas…, y a veces pasan estas cosas.
—A lo mejor la culpa la tengo también yo, por llevártela a la cama desde bien pequeña para que durmiera contigo.
—Es que a ella le gustaba y se dormía más tranquila.
—Claro, agarrándote la polla y tú encantado porque se te ponía bien dura.
—¿Y qué querías que hiciera? No veía malicia en ello.
—No seas cínico, que hasta te corrías en su mano…
—Bueno, vamos a dejarnos de reproches. El caso es que la nena ya le ha cogido el gusto a todo esto y me va a seguir pidiendo la polla, pero ahora estaremos más tranquiilos todos.
—Eso sí, pero acuérdate de que también tienes una mujer y yo necesito darme el gusto, porque si no tendré que buscarlo en otro lado.
—Sí, te lo prometo. Es una pena que no tuviéramos un hijo también, porque así podrías darte el gusto con él.
—¿Ah, si? ¿Me dejarías?
—Claro, mujer… Además, él seguro que estaría encantado también de poder follarte. Ya me hubiera gustado a mí que a esas edades una mujer mayor me metiera en su cama.
—¡Como sois los hombres….! Os da igual con quien sea….
—Y las mujeres también, ¡eh! Que vais de mosquitas muertas y luego…..
—Bueno, mira, el caso es que vas a poder seguir follándote a tu hija, que cada vez se está poniendo más guapa, así que no puedes quejarte, pero después de haberle metido el vicio, no te quejes si ahora va buscando otras pollas por ahí….
—¿Que quieres decir….? ¡Ah!, ya, que va a empezar a tener sus novietes y todo eso ¿no?
—Sí, y que otros hombres como tú se van a fijar en ella también.
—Lo sé, hay mucho salido por ahí y ya noto como miran a la cría cuando va con esa ropita que le compro yo y que tanto le gusta a ella.
—Pues sí. Ya me has enfadado…., te lo voy a decir….Para que tú puedas seguir follándola, hay que pagar favores también.
—¡Cómo….? ¿Quieres decir que ese médico te ha pedido algo…, que te acuestes con él?
—Jaja, que más quisiera yo…. A quién me ha pedido es a la nena.
—¿A la nena? ¿Y se la has dado?
—Claro, no tenía otra opción… Es lo que hace con las demás.
—¡Que cabrón! Se folla a todas las crías que le llevan….
—Pues ya ves…, es lo que hay.
Después de esta conversación con mi marido, quedaron las cosas claras y él tuvo que empezar a asumir que no iba a ser el único que se iba a follar a su nena, pero mientras él siguiera teniéndola en su cama, no le importaba.