Mientras tanto Milena se dedicaba unas caricias íntimas a su sexo bajo el agua. Mientras su padre hurgaba en su vagina con sus dedos había estado luchando para no excitarse pero, por más que lo intentó solo consiguió excitarse más y más y cuando este la penetró con dos de sus dedos fue demasiado para su pequeña vagina pues, con cada movimiento buscando el condón en su interior ella sentía lo tirante que estaba todo y no pudo más. ¡Aún no podía creer que hubiese tenido un orgasmo mientras su padre intentaba sacarle el maldito condón!
Para más inri, cuando vio su erección en su bóxer de licra supo que no sólo ella se había estado excitando, ¡él también se había puesto cachondo mientras le metía los dedos en su vagina!
Definitivamente aquello era demasiado para ser asimilado por una hija modélica como ella…
Milena se levantó de la bañera, tomó una toalla del perchero y se secó. Luego destapó la misma y el agua corrió por el desagüe provocando un gorgoteo sordo. Secó bien todo su cuerpo mientras confundida no paraba de darle vueltas a toda aquella locura y salió del baño.
Este daba directamente al único dormitorio así que no tuvo que cruzarse con su padre, ¡gracias a dios! Pues no sabría qué decirle, así que se puso unas braguitas limpias, un top cómodo y se fue a dormir.
Por su parte, su padre limpió el suelo de la cocina de toda la corrida que había derramado sobre las losas de cerámica mientras se preguntaba, ¡qué cúmulo de circunstancias habían provocado que su hija tuviese un orgasmo mientras él hurgaba en su vagina para extraer el dichoso condón!
En su mente aún podía sentir la suavidad de su sexo, la untuosidad de su vagina en sus dedos desnudos mientras hurgaba en ella para capturar el resbaladizo látex.
En el proceso se había puesto cachondo y aunque trató por todos los medios de evitarlo, fue superior a él. Aquellas sensaciones recorrieron su cuerpo y el tacto aterciopelado de aquella joven vagina le enervó muy a pesar suyo.
Pero, ¡lo peor fue cuando descubrió que su hija estaba teniendo un orgasmo! Pensó que la pobre estaba tan avergonzada como él y que aquellas mismas sensaciones que él tuvo al tacto de sus dedos, las tuvo ella al sentir esos mismos dedos en su intimidad.
Cruel y caprichoso el destino se estaba riendo de ambos en sus caras, avergonzándose por una situación a la que se vieron abocados sin poder remediarlo.
Para colmo ella le había visto erecto la levantarse aturdido y asustado ante su orgasmo sobrevenido y sus ojos se habían abierto como platos cuando vio su tremenda erección en su bóxer de licra negra.
Esto le provocaba una tremenda vergüenza, así que decidió ir al salón y dormir, pues aunque el día alboreaba se sentía profundamente cansado tras una noche en vela, al igual que ella se quedó roque nada más tocar la almohada con su cara y ambos durmieron la mayor parte del día, ¡hasta casi las cinco de la tarde!
Una vez se despertaron ambos se encontraron por casualidad en la cocina.
—¡Vaya qué dormilona! —dijo su padre al verla entrar con su pijama rosa de topos rojos.
—¿Yo, y tú también no? Pareces recién levantado —agregó su hija tras estirarse y dar un largo bostezo.
—¿Estás bien? —le preguntó su padre con temor ante la posible respuesta de ella.
Su hija pensó su respuesta pero no tuvo problema en afirmar que se encontraba perfectamente.
—¡Estoy de maravilla papá! —dijo ella risueña.
—¡Oh bueno, pues me alegro! —concluyó su padre.
—¿Preparamos unas tortitas? —propuso Milena.
—Pero son las cinco, ¿no te apetece un poco de pasta? —dijo su padre escandalizado.
—¡Oh pero estoy recién levantada! Para mí es el desayuno, luego haremos un almuerzo cena, ¿vale? —propuso risueña ella.
—¡Está bien hija, tú mandas! —claudicó su padre.
Hicieron una montaña de tortitas y se fueron posteriormente al salón, donde su padre ya había recogido el sofá cama para sentarse en la pequeña mesa redonda para comer aquella torre de tortitas con miel y sirope de chocolate.
Apenas hablaron mientras comían y como mucho se intercambiaban miradas de reojo. Ambos parecían sentirse incómodos en su presencia.
—Oye hija, respecto a lo de anoche, ¡siento mucho lo ocurrido! ¡No pude evitarlo! —dijo finalmente David.
—¡Oh papá, qué vergüenza! Todo fue muy embarazoso para ambos, ¡no tienes que disculparte! Yo también tuve un problemita —dijo Milena refiriéndose a su orgasmo imprevisto.
—¡Uf, bueno pues esperemos que eso sea todo! ¿Te tomaste la pastilla? —le preguntó de repente.
—¿La pastilla? ¡Sí claro, antes de ir a dormir! Por cierto, creo que ya noto algo, ¡voy al baño! —dijo Milena levantándose rápidamente y dirigiéndose al servicio.
Su padre limpió la mesa y recogió todo, al rato volvió al salón y la descubrió tumbada en el sofá mirando distraídamente la tele.
—¿Todo bien? —dijo él temeroso de su respuesta.
—¡Oh sí! Ya me está bajando la regla papá, ¡supongo que es una buena noticia!
—¡Ay hija, sí! Pero, ¿me prometes no darme más sustos como el de anoche?
—¡Claro papá! Aunque creo que no volveré a ver a Marcus, ¡me dejó tirada!
—Bueno hija, estaría asustado, aunque eso no quita que asumiese las consecuencias de sus actos, ¡porque para meter bien que estaba dispuesto! —dijo su padre sin pensar.
—¡Oh papá! No me digas eso que me muero de vergüenza —protestó su hija.
—¡Lo siento cariño! Es que me he dejado llevar, la verdad es que si no deseas verlo más haces bien hija.
—¡Claro que no lo veré más! Aunque bueno supongo que echaré de menos tener una relación romántica.
—Bueno hija, al final todo se supera —la animó su padre sentado junto a ella acariciándole la rodilla por encima del pijama.
—Ya papá pero esto me plantea un problemita…
—¿Qué problemita? —preguntó su padre intrigado.
—Digamos que me había acostumbrado a tener sexo con frecuencia y ahora eso se acabó —dijo Milena.
—¡Oh hija, ahora el avergonzado soy yo! —se quejó su padre.
—¿Qué quieres papá? Soy una chica joven y tengo mis necesidades.
—¡Ah perfecto! Yo soy un hombre adulto y también las tengo, ¿no crees? —protestó su padre.
—¿Y cómo las resuelves papá? —preguntó Milena.
—¡Ah pues! —dijo su padre sin atreverse a contarle que solicitaba servicios de prostitutas—. Bueno con sexo casual —dijo él finalmente.
—¿Sexo casual? ¿Con quién? ¡Cuenta, cuenta!
—¡Hija eso es privado! —protestó él una vez más.
—¡Oh papá, qué aburrido eres! ¿Y yo qué haré ahora?
—Bueno hija, pues lo que hace todo el mundo que no tiene pareja… —le insinuó su padre.
—¿Te refieres a la masturbación? —dijo su hija con desparpajo.
—¡Oh Milena, creo que no queremos tener esta conversación! —protestó David.
—¡Vamos papá es natural! ¡Tú te masturbas y yo también lo tendré que hacer! Aunque eso me lleva a mi problemita.
—¿Qué problemita? —preguntó su padre molesto por el cariz que estaba tomando la conversación.
—Que ya me he acostumbrado a… ¡bueno ya sabes! Y creo que ahora lo echaré mucho de menos —aclaró sin ser más explícita.
—¡Oh hija! Bien venida al club —dijo su padre sarcásticamente.
—¡No papá! ¿Me preguntaba si tú podrías comprarme un sustituto del pene?
—¿Un sustituto de qué…? —dijo David sin poder creer lo que escuchaba.
—¡Sí hombre! ¡Un consolador! —le aclaró su hija.
—¡Vamos hija esta conversación es muy embarazosa para un padre! —se quejó nuevamente David.
—¡Bueno papá, podemos comprarlo por internet! Yo los miro y tú pones la tarjeta cuando me decida, ¿te parece?
—No, pero si no hay más remedio…
Milena entró en su cuarto y encendió el ordenador familiar. Allí comenzó a buscar por internet y de inmediato se dio cuenta de que no sería una tarea fácil. Encontró miles de resultados, de todos los tamaños, colores y formas.
—¿Oye, papá? Dijo asomándose al salón donde su padre descansaba viendo l tele.
—Si hija.
—¿Te importaría venir un momentito? —dio ella solícita con su pijama rosa de topos rojos y sus dos coletas rubias en una cabecita traviesa.
El padre se levantó y fue al cuarto donde Milena le ofreció asiento junto a la pantalla. Nada más verla de reojo vio que aquello no sería fácil pues, decenas de pollas de látex poblaban la misma.
—¡Mira, entre toda esta variedad no sé qué pedir! ¡Si los pudiese probar, pero no es el caso!
—¡Oh Milena, yo no puedo ayudarte con eso! Es como pedirme que te elija el novio —se quejó su padre en aquella tarde de domingo.
—¡No tonto! Es que no sé si me gustará que vibre o no, que sea blandito o duro y tampoco lo quiero muy grande pero tampoco muy pequeño, ¡no sé! ¿Tú qué me aconsejas? —le preguntó finalmente.
David reflexionó sobre la cuestión, su hija era un poco hiperactiva y realmente no era la primera vez que le costaba tomar una decisión aunque fuese lo más insignificante del mundo como pedir un helado. Así que supo que debía aconsejarla una vez más.
—Bueno Milena, yo te aconsejaría que fuese algo parecido al real…
—¡Buena idea papá! Digamos que sea color piel y no muy grande, tal vez alguno como estos —dijo moviendo el ratón.
Pinchó en uno que parecía tener buena pinta, rosadito con testículos de látex.
—¿Qué tal este? Creo que no tiene vibración —dijo ella leyendo las características.
—Sí parece que no la tiene —dijo el padre leyendo junto a ella.
—¿No crees que sería mejor que la tuviese papá? No sé, para dar más gustito —dijo su hija.
—¡Oh Milena no sé si eso te va a gustar! —dijo su padre escandalizado.
—Bueno a ver si este otro, ¡sí este sí que la tiene! —dijo leyendo la descripción—. Pone que tiene dos motores, ¡brum! —dijo riendo.
—Bueno hija lo que tú veas —dijo su padre.
—¡Pues decidido! Ahora, si eres tan amable de poner tu tarjeta —dijo con mirada angelical.
Su padre fue a por su cartera y volvió listo para finalizar la transacción.
—Antes de finalizar la compra hija, creo que vas a necesitar un poco de lubricante —le dijo su padre sentándose de nuevo a su lado junto al ordenador.
—¿Lubricante? —preguntó ella confusa.
—Bueno hija, digamos que el látex es suave pero, se necesita algo de ayuda para que entre mejor —le sugirió su progenitor.
—¿Ah si? ¡No lo sabía! —dijo su hija risueña—. ¿Y cuál compramos? —añadió.
—A ver déjame el teclado —dijo su padre extendiendo sus manos y tecleando la búsqueda que deseaba—. Lo mejor es que sea con base acuosa ya que también son compatibles con los preservativos —añadió.
—¡Oh papá, cuánto sabes! —dijo su hija asombrada.
—Bueno hija no creo que este conocimiento sea para enorgullecerse precisamente —apeló el padre—. Este estará bien, dijo añadiéndolo al carrito de la compra de la web.
—¿Entonces ya está no?
—Sí, déjame que finalice la compra e introduzca la tarjeta y listo.
—¡Oye papá y no querrías tú una vagina realista! —dio su hija cuando volvió mostrándole en pantalla su última búsqueda.
—¡Quita hija! Yo no necesito eso —dijo su padre horrorizado.
—Pensaba que ya que estamos podíamos pedir los dos un juguete sexual para consolarnos, ¿no quieres una de estas? Se ven muy realistas —dijo mirando a la pantalla.
—¡Vamos hija, quieres que pague tu pedido o no!
—¡Claro papá, adelante! —dijo Milena cediéndole el sitio en la silla.
De modo que tras unos incómodos minutos más viendo aquella polla de látex en pantalla, introdujo los datos de su tarjeta y su dirección y su pedido fue procesado por el sistema.
—¡Muchas gracias papi! —dijo Milena abrazándole mientras estaba de pie a su lado en la silla del ordenador.
—De nada hija, desde luego esto es lo último que un padre hubiese pensado como regalo para una hija —añadió entre sorprendido y avergonzado.
—Bueno papá, piensa que será por el bien de tu hija, para que se consuele tras su ruptura.
—Claro hija, no te preocupes, hay más peces en el mar —dijo su padre sabiamente.
—Ya lo sé papá pero duele —replicó ella con pesar.
—Lo sé hija, bien que lo sé —añadió su padre.
—¿Echas de menos a mamá?
—No sé, fue ella la que quiso cambiar de vida, yo hasta cierto punto estaba contento con lo que teníamos.
—¡Oh papá, ahora al menos me tienes a mí para hacerte compañía! —dijo la hija abrazándolo.
—Muy bien cariño, ¡sin duda tenerte aquí es estupendo!
De forma que en pocos días Milena recibiría su juguete.
Llegó el juguete de la hija y una sorpresa más!
El juguete llegó apenas a los dos días en un voluminoso paquete, algo que sorprendió al padre que lo recogió ya que su hija no estaba en casa.
Nada más llegar esta de clases de la universidad, lo vio depositado en la mesa del salón y una blanca sonrisa apareció en su rostro angelical.
—¿Ya ha llegado? —preguntó muy emocionada mientras dejaba su carpeta en una silla y acto seguido se quitaba la bufanda y el abrigo.
—¡Efectivamente! —contestó el padre señalando la caja de cartón sobre la mesa—. Al menos no luce ningún letrero llamativo por fuera que denote su contenido —se jactó con una mueca—, pero, ¿no es muy grande? —agregó.
—¡Qué va, es perfecto! —dijo la hija cogiéndolo y viendo cómo podría abrir el voluminoso embalaje que lo protegía durante el tránsito.
—Será mejor que vaya por un cuchillo —dijo el padre saliendo del salón en dirección a la cocina.
Cuando volvió se dispuso a cortar el celo que amarraba fuertemente el cartón que contenía el juguete de su hija.
—¡Ten cuidado papá, no lo vayas a cortar! —dijo su hija de repente dándole un susto.
—¡Tranquila, tendré cuidado!
—¡Que es broma hombre! —dijo su hija risueña.
Cuando el paquete estuvo abierto la sorpresa fue para él, pues ante sus ojos apareció la foto de una vagina de látex.
—¿Y esto? —inquirió el padre.
—Bueno papá, digamos que cuando terminaste el pedido dejaste iniciada la sesión y pensé que no sería justo que fuese yo sola la que tuviese un juguete sexual para consolarme, así que te busqué una bonita vagina y la pedí —dijo su hija con su carita angelical.
—¡Pero hija, yo… esto… no es lo que quería! —dijo el padre avergonzado al ver el paquete con aquella foto.
—¡Anda mira, el mío está debajo! —exclamó su hija con sorpresa levantando la vagina para entregarla a su padre y cogiendo ella su juguete bajo esta.
Emocionada como cuando venía Papá Noel, Milena abrió el paquete que mostraba la foto del pene realista que había comprado y al sacarlo de su interior sus ojos se abrieron como platos.
—¡Es enorme! —dijo empuñando por la imitación de sus testículos mientras esta apuntaba al techo.
—¡Oh hija, no pensé que fuese tan grande! —dijo el padre al ver el tamaño de aquello.
—¡Oh, es bastante mayor que la de mi novio! Bueno, creo que tendré que acostumbrarme a ella—dijo Milena sin darle mayor importancia—. ¡Vamos abre el tuyo!
El padre abrió aquella vagina artificial y la extrajo de su paquete, era bastante voluminosa, un bote cilíndrico que en un extremo contenía una reproducción realista de una vagina de silicona.
—¡Vaya! Tu chochito tampoco está mal, ¿eh papi? —dijo Milena admirándolo una vez extraído del paquete.
—¡Oh hija, creo que hoy estoy más avergonzado que el día del pedido! —dijo el padre sin saber muy bien qué hacer con aquello que tenía en la mano.
—¡Mira, mira! Aquí está el lubricante —añadió su hija sacando el bote de crema.
Milena le quitó el tapón e invirtiéndolo puso un surco a lo largo de su pene realista. Acto seguido lo extendió con su mano.
—¡Vamos dame tu vagina papá! —dijo arrebatándosela de las manos—. Ahora vamos a presentar a Don Pene y Doña Vagina —dijo divertida.
Milena escenificó un gracioso teatrillo en el que con vocecillas infantiles simulaba que Don Pene conocía a Doña Vagina.
—¡Encantado de conocerla Doña Vagina! Creo que no puedo esperar para penetrarla —dijo Milena.
Y acto seguido introdujo el pene de látex en la vagina…
—¡Oh Don Pene, qué me hace usted! ¡Oh, oh…! —decía Milena mientras simulaba una fornicación entre ambos artilugios de látex.
—¡Vamos hija, no hagas eso no tiene nada de gracia! —dijo su padre algo molesto por la escenificación del coito que simulaba su hija delante de sus narices en su salón.
—¡No seas aburrido papá! Mira qué bien entra, ¡uf! ¡Creo que están hechos el uno para el otro! —gritó su hija mientras seguía moviendo el pene agarrando este por los testículos y la vagina por su base.
A David no le quedó otra que aguantar el teatrillo que montó su hija para su divertimento intentando aparentar normalidad, ¡aunque por dentro se moría de vergüenza!
—¡Vamos papá, ya te he dejado a Doña Vagina bien lubricadita! Y el Sr. Pene está también a punto, ¿qué tal si te quedas en el salón y yo me voy a mi cuarto y jugamos ambos un ratito?
—¿En serio Milena? Creo que mejor esperar a que cada uno tenga su intimidad, ¿no?
—¡Hay que ver papá, qué aburrido eres! ¡Vamos dejaré la puerta abierta y así podremos intercambiar opiniones mientras los probamos! —dijo Milena con un desparpajo que sorprendía a su padre.
David no podía decir que no a su hija ante su impetuosidad, así que esta entró en su cuarto dejando la puerta entreabierta y le hizo prometer que usaría a Doña Vagina mientras ella probaba a Don Pene.
—¡Vamos papá! Yo ya me he quitado las braguitas y estoy encima de mi camita dispuesta a conocer al señor Don Pene, ¿tú cómo vas?
—Yo bien hija —asintió sin más su padre.
—¡Vamos papá, me has prometido que probarás a Doña Vagina a la vez que yo pruebo a Don Pene! —le recordó su promesa Milena.
—¡Claro hija, claro! Estoy en ello.
—¿Te has sacado ya tu cosita? —insistió su hija.
—¡Eh, sí… ya la saco hija! —asintió su padre.
—¡Venga papá, no me engañes o tendré que ir a ver si lo estás haciendo! —amenazó su hija.
Lo cierto es que el teatrillo que tanta vergüenza dio a David en cierta medida le había estimulado y una incipiente erección apareció en su pantalón. Así que ante los ruegos o amenazas de ver si cumplía su palabra, desabrochó su pantalón y lo bajó arrastrando sus calzoncillos con él hasta la mitad de sus muslos.
Su pene estaba terminando de ponerse en plena erección y apuntaba ya al techo mientras él le daba unos últimos meneos haciendo que su glande, rojo y henchido se inflara como un globo de cumpleaños.
Cogió a Doña Vagina, pues aquel gracioso nombre que le dio su hija ya se le había metido en la cabeza e invirtiéndola la bajó poco a poco haciendo que su pene se introdujera en ella.
La sensación era extraña pero convino en que le resultó más placentera de lo que cabía esperar viéndola por fuera, así que la subió y la bajó unas cuantas veces la penetración de su pene fue más intensa así que se excitó.
—¡Ay papá, Don Pene es duro de pelar! Pero creo que ya lo tengo dominado, ¿cómo vas con Doña Vagina? —dijo de repente su hija al otro lado de la pared.
—¡Bien hija, bien! —se limitó a asentir él.
—¡Ay qué soso eres papá! ¿Se siente bien en su interior?
—¡Eh… claro hija, está muy suave! —dijo su padre intentando no levantar en exceso su voz para que los vecinos no les oyeran.
—¡Ay papá, Don Pene se siente genial dentro! —exclamó su hija.
—¡Doña Vagina también hija! —exclamó su padre.
Milena había introducido poco a poco a Don Pene en su pequeña vagina, previamente la había lubricado robando un poco de la lubricación de Don Pene y tras introducir su cabeza respiró hondo y se relajó empujándola hasta meterla hasta la mitad.
Su pequeño cuerpo se estremeció al sentir su gran tamaño y cómo aún le quedaba la mitad por entrar. Aunque Milena no se atrevió a meterla más adentro y sacándola suavemente la volvió a hacer entrar hasta ese punto medio, respirando y resoplando por las sensaciones que le producía Don Pene en su pequeña vagina.
—¡Oh papá, esto no está mal después de todo! Creo que ha merecido la pena la inversión —le confesó Milena mientras resoplaba y se follaba con el señor Don Pene.
—Me alegro de que te guste hija —comentó el padre desde el otro lado mientras él también se follaba a Doña Vagina.
Ambos se entregaban a sus respectivos disfrutes mientras gemían y resoplaban. El hecho de que lo hicieran a la vez, compartiendo de alguna forma el placer que les hacían sentir los juguetes recién adquiridos, incrementaba el morbo y les proporcionaba aliciente extra en su masturbación.
David sentía su dura erección dentro de aquella vagina artificial y gozaba penetrándola mientras la agitaba con su mano, era como una masturbación de otro, pues el látex se sentía como un cuerpo extraño pero le proporcionaba sensaciones distintas a la masturbación. Por supuesto no era como follar una vagina real, pero hubo de convenir que las sensaciones eran placenteras y excitantes.
—¡Oh papá, yo creo que ya voy a terminar! ¿Y tú, cómo vas?
—¡Yo creo que también estoy listo para acabar hija! —le confesó su padre al otro lado del muro en el salón.
De forma que padre e hija se encaminaron a la recta final de sus orgasmos, alcanzando sus éxtasis particulares. Mientras Milena sentía las contracciones de su vagina, con aquel gran consolador insertado casi hasta el fondo en ella, su clítoris vibraba al ritmo de sus caricias en círculos y sus contracciones vaginales le hacían sentir aún más lo grueso de aquella polla de látex, disfrutando de un orgasmo fenomenal.
Por su parte David sintió cómo su polla comenzó a expulsar su espeso fluido dentro de aquella vagina artificial y la penetró con tanta fuerza que llegó al fondo de esta, sintiendo la tensión de su glande al chocar con el fondo de la vagina, algo que no era como una real, donde prácticamente no hay fondo. Sintió como su semen se mezclaba con el lubricante y la lubricación extra hizo que su polla se deslizase con mayor fluidez a través del látex sintiéndose realmente excitante.
Ambos estuvieron en silencio, apuraron sus orgasmos respectivamente, sintiendo una conexión invisible que los había unido de alguna manera en aquella masturbación compartida.
Lentamente el padre se levantó y extrajo su erección de la vagina de látex sin derramar su semen. Fue la baño y la lavó con agua tibia como ponía en las instrucciones. Por su parte su hija se limpió su sexo y se puso su albornoz pues necesitaba una ducha para limpiar su vagina en profundidad.
Cuando accedió al baño encontró a su padre lavando su vagina artificial y la situación fue algo incomodas para ambos.
—¿Te ha gustado? —le preguntó su hija.
—¡Oh sí, funciona muy bien hija! —dijo su padre sonriéndole—. ¿Y tú qué tal?
—¡Oh ha estado bien! Aunque no se siente como uno real —concluyó Milena.
—Bueno hija, al menos ayuda a pasar el rato, ¿no?
—¡Claro papá, ha estado genial! Aunque creo que el hecho de compartir algo tan íntimo contigo ha sido lo que lo ha hecho especial —le confesó su hija.
David estuvo de acuerdo con Milena, aunque le costara admitirlo, pues cosas tan íntimas son difíciles de compartir con una hija.